Feministas por el mundo: Senegal - MAD ÁfricaFeministas por el mundo: Senegal - MAD África

noticias

28/abril/2020

Feministas por el mundo: Senegal

Por Luz Marina*. Participante Proyecto Kaay Redes, tras el Encuentro Intercultural en Senegal, junto a Scouts du Senegal, del 27/febrero al 8/Marzo.

 

Mi estancia en Senegal fue inolvidable y me marcó en muchísimos sentidos. Podría contaros mil anécdotas, cantaros las canciones que constantemente nos acompañaban en bus, barco o antes de comer. Pero como mujer feminista que soy, os voy a hablar de lo que sé, de lo que me atravesó y lo que aprendí del poderío de las mujeres en Senegal.

Confesaré que tuve una constante lucha y replanteamiento de ideas y privilegios durante el viaje, pero empecemos por el principio. El grupo de gente de España lo conformábamos principalmente mujeres. De las que éramos únicamente viajeras tan sólo había un hombre, mientras que los roles “profesionales”, como fotógrafo, traductores y coordinador, lo ocupaban hombres. Se podría decir que es tan sólo un reflejo de lo que nos rodea. Por otro lado, viajábamos con una sección senegalesa bastante diferente. A pesar de ser más personas, tan sólo había seis mujeres, de las cuales tres eran las cocineras, que solían estar siempre aparte y con las que había menos relación (por lo menos por mi parte) y tan sólo otras tres eran Scouts, una de ellas también ejercía el rol de médica. Aquí ya se veía una clara brecha de género que hacía que el grupo fuera parte del espejo de la realidad que íbamos a ver. No quiero que os confundáis, hablo a nivel puramente cuantitativo. El poderío se veía claramente en ellas, en cómo se habían venido dejando a sus hijos a cargo de los padres, cómo dejaron un trabajo donde no le pagaban, cómo cuidaban de nosotras, cómo se relacionaban a pesar de la barrera del idioma, cómo se desenvolvían esparciéndose por toda la sala a pesar de ser sólo tres… eso es poderío. Además, las cocineras habitualmente subvertían su rol (cosa que no hicieron los conductores del bus, por ejemplo) y se venían de fiesta con nosotras. Se pusieron sus mejores galas y nos acompañaron en cada cerveza y en cada baile, dándose a ver como realmente son y no limitándose a ser “las cocineras”. Y no os voy a engañar, a muchas nos peto la cabeza al ver este cambio físico que permitió eliminar una barrera que nos hacía relacionarnos de una forma diferente con ellas.

Por otro lado, volviendo a lo cuantitativo, de mujeres invisibilizadadas y de replanteamiento de privilegios, una cosa que me resonó el segundo día era que no había muchas niñas por la calle jugando. Esto fue rápidamente contestado por Sophie, la médica del campamento y compañera de lucha feminista, explicándome que muchas de las niñas estaban en casa con las madres. El problema es que aquí, sin esa pregunta, sin esa apreciación, nunca podría haber visto el trabajo infantil doméstico, porque es parte de esas niñas invisibles.

Algo que repito a otras personas, y a mí misma constantemente, fue el número de mujeres que nos atendieron en nuestras visitas a las ONGs y demás instituciones. Siempre que llegábamos o hablábamos con las personas de las organizaciones eran o hombres negros o mujeres blancas, salvando tres ocasiones. La primera fue una mujer de planificación familiar, senegalesa claro, que ayudaba principalmente a las mujeres a dar la información de temas de
anticonceptivos. Claramente ese trabajo no podría hacerlo un hombre, y al ser municipal era menos probable encontrar a una mujer blanca en ese lugar. La segunda mujer fue Soeur Monique del centro Pouponniere Cite de l’Emmanuel Nianing, que nos atendió muy amablemente en una especie de guardería donde llevaban bebés que sus familias no podían hacerse cargo de una manera correcta los primeros años de infancia. La monja era, como es
lógico, mujer, y senegalesa, aunque dentro había una voluntaria blanca. En tercer lugar, en La  Liane, un centro para mujeres y menores maltratadas había una mujer senegalesa en la tienda y otra que trabajaba con las mujeres víctimas de violencia machista, una vez más un trabajo que no podía hacer un hombre y, una vez más, había una voluntaria blanca por allí. No me malintepretéis, sí que había en todas las instituciones a las que fuimos mujeres, trabajando, formando parte de ellas. Todas sabemos que, como dice el proverbio africano “si las mujeres bajamos los brazos, el cielo se cae”. El problema es que en nuestra película del viaje, quien tenía más visibilización eran hombres senegaleses y mujeres blancas que intervenían en charlas, debates y otras presentaciones. Aquí, una servidora, se replanteó muchas cosas, sobretodo privilegios. Yo tengo formación en cooperación al desarrollo y género y uno de mis sueños, y más una vez conocido Senegal, es ir a trabajar en proyectos a países del Sur. Pero aquí me saltó una alarma ¿y si yendo yo le quito el trabajo a una senegalesa? Ella podría hacerlo mejor que yo porque conoce el terreno, pero ¿me pagarán más a mí? ¿Ascendería más rápido? ¿La plaza sería mía sólo por ser europea y blanca? ¿Y si sólo el hecho de querer ir es parte de un feo complejo de salvadora blanca que tengo que trabajarme más de lo que me
creía?

Por otro lado, hablando directamente de feminismos, a mi querida amiga Sophie, la calé enseguida. Era de las mías, así que la trillaba a preguntas sobre feminismo y la situación de la mujer en Senegal. Tanto, que me pidió que me esperara que en un par de días iba ella a hacer una charla al grupo sobre género en Senegal y sobre su asociación. La charla, como era de esperar, fue tremendamente interesante. Hizo una breve introducción sobre sexo, género y
demás, y yo después de la charla me marqué mi primer “withesplaining”. Cuando explicó el sexo habló de hombre y mujer, omitiendo a las personas intersexuales, y yo, a una casi licenciada en medicina, le pregunté que si no había tenido en cuenta a las personas intersexuales. Su respuesta fue que, claro que sabía lo que era la intersexualidad y que la tenía en cuenta, pero que conociendo a sus compañeros no quería que abrir esa puerta pudiera
confundirlos con las personas trans y abrir un debate que desviaría totalmente la temática de la charla. Queridas, se me cayó la cara de vergüenza y me di cuenta que tengo todavía mucho que trabajarme.

En la misma charla hubo un pico bastante interesante donde yo si me ofusqué. Intentaba intervenir lo mínimo porque me parecía que era algo en lo que yo únicamente tenía que escuchar, asentir y tomar notas. Pero no pude morderme la lengua cuando, al explicar Sophie la asociación donde ella es directora, llamada Gouney Chiama, algunos hombres se molestaron. Esta asociación trata de paliar el problema del absentismo escolar de niñas y
chicas adolescentes, algo en lo que hay un claro sesgo de género en Senegal. Mis compañeros decían que era algo indignante que no atendieran también a niños y que eso creaba discriminación. Aunque mi compañera se defendía muy bien ante ellos yo no pude evitar contestarles. No sé hasta qué punto hice bien o no pero me salió de mis venas moradas recriminarles que a nadie le parecía mal que la asociación que ayudaba a los niños de las Daaras, Keur Talibé Ndar, sólo ayudara a niños y no a niñas, claramente porque en las Daaras no hay niñas. Algunos vieron mi ejemplo, otros no, pero me di cuenta que hay debates que son iguales de aquí a Senegal y que esa igualdad, pasando por la equidad, es difícil de entender para quienes ven sus privilegios tambalear.

Otra cosa que nos chocó a todas bastante fue el tema del flirteo, el ligoteo, el mamoneo, la tirada de caña que hacían los hombres a las mujeres. Entre amoríos de campamento se comentaba que los hombres cuando te decían de dar una vuelta y hablar era para confesarte de una manera muy educada su amor o que querían temita contigo. Yo, en mi afán de privilegiada blanca, al principio creía que era por eso, un privilegio. Pero luego en la discoteca a una de mis amigas senegalesas se puso a hablarle de una manera muy amable un muchacho. Al preguntarle que si le conocía me dijo que no, que creía que intentaba ligar. Le comenté lo ocurrido a Sophie opinando que ese trato educado sería porque nosotras éramos blancas. Una vez más, cayéndoseme la cara de vergüenza, mi compañera senegalesa me dijo que no, que esa era la manera habitual de ligar en Senegal, y que no era por ser blancas. Parece que el respeto, o mantener ciertos límites sin invadir espacios personales, en el arte del flirteo está allí mejor marcado.

Por último, quería escribir sobre un tema que sigue en muchos países siendo un problema y que desde los feminismos, principalmente del Sur, se reivindica constantemente. En América Latina mediante el símbolo del pañuelo verde. Como ya habréis adivinado, hablo del aborto clandestino. Según la OMS, entre 2010 y 2014 se produjeron cada año 25 millones de abortos ilegales en todo el mundo y en África es donde más riesgo hay de morir consecuencia de un aborto sin condiciones de seguridad sanitaria. Más específicamente, en Senegal el 19% de las
mujeres encarceladas en 2015 lo eran por delitos de infanticidio y el 3 % por aborto clandestino, dado que en este país el aborto esta prohibido. Con la compañera feminista, cuando le pregunté sobre el aborto, me contó que justo esa semana habían metido presa a una compañera de su hospital y a otra mujer por practicar el aborto clandestino. Ella tenía muy claro que quería especializarse en ginecología para poder ayudar a las mujeres. Le mostré
mi pañuelo comprado en Buenos Aires y del cual hacía un año y medio que no me separaba. Le conté la lucha por el derecho a decidir de la mujer sobre su cuerpo en Argentina y en toda América Latina. Ella me comentaba que el feminismo en Senegal era cuestión de unas cuantas mujeres, que había actrices, raperas, compañeras de profesión y de estudios que eran feministas, pero que no había una lucha unificada como las que yo le contaba. La última noche,
antes de irnos, quité mi pañuelo de mi mochila para dárselo. Ella sabía lo importante que era para mí ese símbolo pero le dije que debía quedarse con ella, que algún día, será ley.

Tenía razón Minna Salami cuando, en unas jornadas organizadas por MAD África, dijo algo así como que el feminismo no iba de luchar contra el patriarcado, sino de que a través de la sororidad nos unamos todas las mujeres y así, caerá el patriarcado.

* Este es un artículo de opinión y no refleja necesariamente los criterios ideológicos de MAD África.