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28/diciembre/2020

Lepe, crónica de una distancia social que viene de lejos

Como parte del curso de Comunicación para la Transformación Social del proyecto Baramu, hemos viajado a Lepe, para acercarnos a la realidad que viven los temporeros en el campo de cultivo de frutos rojos más grande de Europa. 


La situación de Lepe es paradójica, en pleno confinamiento los grandes empresarios del fruto rojo pedían mano de obra para recoger el material que se iba a echar a perder en la mata, una llamada que fue acogida por muchas de las personas migrantes que viven en los asentamientos chabolistas y que suelen trabajar como temporeros. No mucho tiempo más tarde, se acusaba a estos mismos trabajadores de ser culpables de la situación de una ciudad asumida por el paro y la precariedad, donde el racismo estructural es algo tan visible como las propias chabolas.

Muchas de estas personas se han unido en ASNUCI (Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad), un colectivo nacido en Lepe  y que conforman personas migrantes marroquíes y senegaleses en su mayoría. La asociación tiene como principal objetivo promover la interculturalidad dentro de la ciudad, además de intentar que los temporeros y temporeras africanos tengan una vida digna en la ciudad en la que trabajan.

En Mad África hemos contado con la participación de algunos de ellos en el curso de Comunicación para la Transformación Social que estamos llevando a cabo junto a Zemos98. Esta formación, enmarcada en el proyecto Baramu de formación de voluntariado universitario, parte de la necesidad de comprender que la comunicación es un derecho fundamental al que no todas las personas pueden acceder y de la responsabilidad que debemos ejercer aquellas que sí podemos disponer de esas herramientas. Es decir, unos aprendizajes que debemos utilizar como motor para el cambio social.

La formación se asienta en dos líneas de actuación; una primera que se basa en la evolución de los movimientos sociales feministas y políticas de igualdad y una segunda que se centra en la vulneración de los derechos de personas migrantes en Andalucía desde una perspectiva local-global. Fruto de este curso se están realizado unas campañas de incidencia, utilizando la herramienta de podcast, que se presentarán a lo largo del mes de Enero.

Precisamente enmarcado en esta segunda línea de actuación, uno de los encuentros previstos dentro de esta formación tuvo lugar en Lepe. Un día de convivencia donde varios de los participantes pudieron acercarse a la realidad de la ciudad y de algunos de los compañeros y compañeras de la formación.

La convivencia -que hasta el momento había sido de manera online- se materializó en una comida y en un rato de compartir vivencias en el centro de día de ASNUCI. Este centro se ha convertido en un lugar donde hacer comunidad, un espacio donde se encuentran aquellas personas que no viven en condiciones dignas, donde pueden encontrar un punto de ducha y aseo, una zona de descanso o un recoger algún material que otra persona haya donado.

En este tiempo de encuentro pudimos charlar con una compañera marroquí, quien decía encontrar en este espacio un lugar seguro. En la actualidad, la mujer jornalera en Lepe está muy desprotegida, por ser aún una minoría y por las condiciones laborales que suelen encontrar, más controladas y establecidas, en muchos casos, en el destino.

Otro joven jornalero nos decía que en un primer momento él vino a España a ver a su madre, que trabajaba como temporera, pero tras ver las condiciones en las que se encontraba decidió quedarse a ayudarla. Ahí empezó su irregularidad con extranjería, una situación que afecta a prácticamente todas las personas temporeras ya que el requisito de un trabajo a largo plazo hace imposible conseguir estos famosos papeles.

Los compañeros de ASNUCI nos enseñaron el albergue que están construyendo de manera completamente autónoma gracias a un crowdfunding. Las ayudas locales no llegaban y el albergue del Ayuntamiento estaba parado, por lo que se lanzaron a poner en marcha un espacio que pretende acoger a unas 40 personas. Nos dicen que es un lugar que se está haciendo con mucho cariño y cuidado, en el que se ha tenido en cuenta la perspectiva de la mujer migrante y que pretende tener espacios compartidos, de refugio, etc. para que todo el que lo habite se sienta a gusto.  Todavía les queda un poco para conseguir el objetivo idóneo de 90 mil euros, si quieres aportar puedes informarte aquí. 

Ya en los asentamientos, una de las historias a las que nos pudimos acercar fue la de Ibra Niang. Este pintor, trabaja en los campos de cultivo y vivía en uno de los asentamientos chabolistas que fue arrasado por el fuego a mediados de julio. Ibra cuenta que intentar vender algún cuadro en Lepe es difícil, más siendo inmigrante, con el rechazo social palpable en toda la ciudad.

Es sorprendente ver cómo se han escondido y han apartado las chabolas de al lado del centro comercial, donde están todas las multinacionales y es el foco del comercio local. Los asentamientos de esta zona han sido sistemáticamente quemados y al poco del destrozo todo estaba ya vallado y retirado. Sin embargo, las de la parte de detrás del centro comercial, que no están a la vida, siguen con chabolas y con cierta estabilidad, al menos durante la temporada de recogida.

Lepe es una ciudad con una gran distancia social, parece que todos requieren de la mano de obra inmigrante para recoger los frutos rojos que todo el mundo necesita. Sin embargo, a la hora de cohabitar con ellos, nadie les quiere como vecinos y establecen con todos ellos una especie de distancia social que pocos parecen querer arreglar. Muchos, como Issa, otro de los compañeros del curso, piden que se les trate como alguien que viene a trabajar y a vivir, “como un trabajador más, como una persona más”.

Por Lucía Aragón, Área de Comunicación de MAD África