Cómo romper con las barreras que la dominación nos ha construido - MAD ÁfricaCómo romper con las barreras que la dominación nos ha construido - MAD África

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25/junio/2024

Cómo romper con las barreras que la dominación nos ha construido

Esta es una reflexión personal de Andrea sobre cómo romper con las barreras que la dominación nos ha construido, construyendo nuevas narrativas para la acción.


Por Andrea Londoño Ríos
Alumna del Curso de Formación Nuevas Narrativas: Recuperando el poder del discurso social y humanista sobre las migraciones

Para empezar, tendré que hacer referencia a mi historia personal y recuerdos, a mis seis años inicie los estudios de primaria en un colegio católico regentado por monjas, donde entre otras cosas, orábamos y cantábamos a la patrona Marie Pousepine, ella francesa, yo colombiana en un pueblo pequeño cerca de la ciudad Medellín.

Cuando de niña encontré la lectura, leía cuentos en los que aparecían golondrinas, soldaditos de plomo, había estaciones, también hombres de barba azul asesinaban a mujeres desobedientes y un caballero perseguía gigantes que eran molinos y las cigüeñas llevaban bebes por el aire y los descargaban en las casas por las chimeneas y niñas y niños comían castañas.

Aprendí a dibujar ríos muy importantes como el Rin y la ubicación de los picos de Europa y me hablaron de las guerras europeas y los exterminios imperdonables de muchas personas en ese continente.

Yo recibía toda esa información y le aseguraba a mi abuelo que ese pajarito que se acercaba al comedero era una golondrina y el me corregía, que no, que era un sinsonte, yo intentaba ubicar las chimeneas en las casas para que las cigüeñas dejaran los bebes y aseguraba que me estaba comiendo una castaña cuando en realidad me comía una guayaba.

Me enseñaron a cantar himnos y hacer juramentos a diferentes banderas, la del colegio, la del municipio, la del departamento, la del Estado. En todos los himnos se hablaba de Jesucristo y sus penurias, combinado con alguna independencia o idea de liberación de un pueblo. Y lo indígena estaba por supuesto que sí, el domingo en la plaza un sujeto muy trajeado con colores y colgantes me ayudaba a subir a una llama disecada y con rueditas, donde debían estar sus pezuñas, para pasearme y otro vendía unas pulseritas para evitar el mal de ojo en los recién nacidos, y más allá a veces se ubicaba un grupo de hombres con instrumentos de viento a interpretar canciones de los Andes, esos no sabía yo donde estaban.

Y lo negro también estaba por supuesto, en comentarios como “negro ni mi caballo”, “negro que no la caga a la entrada la caga a la salida”, “negro tenía que ser”, “esa negra está buscando arreglar la raza conquistando a un blanco” o “que pesar de la niña, siempre fue que salió tiznada”.

Así iba creciendo, viviendo en una realidad donde los referentes pertenecían a otra, donde el clasismo, el racismo, la negación de la diversidad cultural era palpable y todo esfuerzo era válido para occidentalizarte y hacerte añorar ese norte como si fuese tu lugar de pertenencia. En medio de todo ello y a su vez, mi familia escuchaba canción social, protesta, rock latinoamericano, salsa, tangos y cada género musical a su modo hablaba de represiones, violencias, narraba la historia de la trata de personas africanas, del exterminio de los pueblos indígenas, de las dictaduras, del papel de la colonización en todo ello, pero estas consignas me parecían más lejanas y nadie se detenía a explicarte lo que allí se narraba.

En mi adolescencia y por asuntos económicos, abandone la educación privada y me vincule en la pública, vaya cambio, pase de estudiar solo con niñas a la educación mixta, me encontré con compañeros que se negaban a ingresar a la clase de religión pues era catequesis, fui motivada a leer mi continente, sus luchas sociales, de clase, de raza, por primera vez tuve compañeros afrocolombianos, viví lo que era un motín estudiantil y vi caer a varios de mis compañeros en una guerra que se cernió sobre nosotros, normalizamos y vivimos en silencio.

Todo esto aconteció en un barrio obrero, dentro de un hogar “proletario” donde se hizo todo lo posible y muchas veces lo que parecía imposible para que accediéramos a la educación, una educación principalmente de referentes blancos e incluso feminista, de la cual me hice replicadora cuando accedí al ámbito laboral como profesional de las ciencias sociales, no me detendré mucho en esto, pero debo decir que llegaba a “territorios de intervención” desde el lugar del saber que había mamado, racional, casi evangelizador, con las lecturas, metodologías, programas, ejercicios de desarrollo en su gran mayoría exportados de Europa y Estados Unidos.

Reproduciendo un feminismo hecho por blancas, con sus techos de cristal, suelos resbalosos, su empoderamiento y sororidad; desde sus lógicas analizan y decretan sobre las realidades de otras y muchas de las citadinas privilegiadas que accedemos a la educación y que podemos movernos de forma más o menos cómoda fuera de las tensiones de clase, raza, color de piel en Nuestramérica, reproducimos sus principios y los intentamos acomodar, imponer en los cuerpos de las precarias, las indígenas, las afrolatinas, las campesinas, la mayoría de las veces desconociendo sus saberes, formas de hacer, necesidades, inquietudes, demandas. Yuderkis Espinosa, lo explica muy bien cuando reflexiona sobre la “colonización discursiva” de las mujeres del sur global por parte de las feministas del norte y en complicidad con los feminismos hegemónicos del sur. Concluye diciendo,

Las feministas comprometidas sabemos que tenemos grandes deudas con las mujeres despojadas del mundo, pero las esperanzas no están en que estas mujeres puedan adquirir la voz audible a nuestro discurso porque de ese requerimiento solo florece la escenificación que las ha atrapado y condenado históricamente”(Espinosa, 2014)

Y desde esa historia única que nos han impuesto, que ha generado un arraigado autodesprecio por quienes somos, evidente en ese racismo que reproducimos de forma estructural en nuestro sur y en el desconocimiento y negación de nuestras raíces, en todas las luchas fragmentadas que nos hacen vulnerables a nuevas formas de dominación, así, la mayoría golpeados por estas violencias perpetuas emprenden camino hacia el norte global.

Actualmente, vivimos el mayor flujo migratorio desde la segunda guerra mundial, se estima que el número de migrantes internacionales en el mundo es superior a 281 millones de personas (1), de estas el 48% son mujeres y una (1) de cada siete (7) personas migrantes tiene menos de 20 años de edad, lo que impacta fuertemente en la construcción de su identidad. Históricamente los seres humanos hemos migrado por múltiples razones, lastimosamente sigue siendo la vía para escapar de conflictos, persecuciones, incluso de los efectos del cambio climático como prolongadas sequias o inundaciones.

Según OIM, “la migración es el movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea a través de una frontera internacional o dentro de un país por múltiples razones”(2), y tiene en cuenta que hay personas que se trasladan al margen de las vías de la migración regular por no contar con otras alternativas, esta característica no exime a los Estados de la obligación de proteger sus derechos. Vaya mentira.

El proceso de globalización “democratizo” la posibilidad de viajar haciendo más fácil la movilidad por los canales regulares para muchas personas, especialmente las del norte global, otras se ven forzadas a utilizar múltiples canales irregulares poniendo en riesgo sus vidas y exponiéndose a múltiples violencias e incluso la muerte.

Mi experiencia como migrante me ha movido de ese inestable lugar de privilegios que creía estar construyendo, me he visto confrontada de forma frontal sobre mí ser, saber, poder, porque todo eso lo has construido con la información del Norte y cuando estas allí crees que encajaras pero lo que encuentras es la devolución de que nunca has pertenecido. Narraré solo algunas experiencias de las muchas que he vivido, no encuentro otra manera de explicarlas, no están en orden cronológico, las he vivido en los últimos 11 años y tengo que decir que de alguna forma se adhieren y se van quedando pegadas a ti.

 

Ámbito académico

Llego a España becada para cursar estudios de máster, una forma de migración “privilegiada” (gestión del visado, boletos, matricula, recursos económicos), solo limitada por el periodo de tiempo que puedes pasar en el extranjero. De entrada continúas siendo receptora de conocimientos, los saberes con los que llegas no son tomados en cuenta y cuando expones tus puntos de vista y apreciaciones, lo que recibes de vuelta es “como hablas de bonito”, “me encanta tu acento”, esto una vez está bien pero cuando se vuelve la constante en diferentes ámbitos te das cuenta que no se te escucha, no te van a escuchar.

Recuerdo que realice mi tesina sobre las condiciones de acceso a la ciudad para las mujeres, una investigación que venía realizando en Medellín con aportes que estaban siendo incluidos en el ordenamiento territorial de la ciudad. Una de las profesoras me dijo al finalizar la presentación que mi trabajo era bueno para procesos de base o comunitarios, yo le resultaba muy transgresora y no cumplía el perfil para ser investigadora.

Con la llegada de mi hijo y proceso de reagrupación familiar, nos presentamos en el Instituto para formalizar su vinculación académica, yo llevaba sus documentos, el certificado de que estudiaba francés, que sobresalía en deportes. No se realizó ninguna evaluación, no hubo proceso de adaptación o acompañamiento inicial, fue asignado al grupo de quienes tenían problemas de adaptación, se encontró con jóvenes de marruecos, otras latitudes de Abya yala y por supuesto los jóvenes carenciados del barrio. Todos ellos marginados y estigmatizados.

 

Ámbito Institucional

Para realizar el registro de pareja de hecho y así poder también regularizar mi situación, presente junto con otros documentos, mi partida de nacimiento. La funcionaria, la miro brevemente y me dijo que no la podía aceptar pues probablemente era falsa, al preguntarle, “en que se basaba para decirme aquello”, me dijo, “ustedes suelen presentar documentos falsos”, “¿ustedes quiénes?” La increpe, “ustedes los inmigrantes”, esa fue su respuesta.

Le pedí que me diese una notificación escrita sobre los motivos por los que no recibía mi documentación para yo poder iniciar un proceso por calumnia y difamación, me miro sorprendida ante la confrontación. Cuantas veces esta persona se negó a recibir los documentos originales de otras como yo, que pasa con quien no cuenta con las herramientas para confrontar. Total, se vio obligada a admitir que mi documento era original, que su práctica fue racista y xenófoba no.

Cuando recibí la tarjeta de residente comunitaria, me sorprendió que en la parte de atrás ponía, “depende de: junto con el nombre de tu pareja y DNI”, donde quedaba el discurso de la autonomía de las personas, del empoderamiento promovido por las feministas, ¿Qué mujeres merecen autonomía y empoderamiento?

 

Ámbito laboral

Cuento con título profesional homologado, especialización, máster (esto no tendría que ser importante pero aquí pega), estoy casi segura que en mis primeros dos años en España aplique a más de 200 empleos, intente entender la dinámica laboral, me di de alta en el Servicio de Empleo, hice formaciones, pero comprobé que mi acento me delataba y ahí finalizaba cualquier proceso de selección. Extrañamente para voluntaria siempre me ha sido fácil, he diseñado y aplicado metodologías, formulado proyectos, acompañado personas en procesos de inserción laboral, fortaleciendo pautas de crianza, procesos de coeducación y podría continuar, todo desde la gratuidad nunca como empleada, en ese lugar están otras personas con los méritos suficientes. A una siempre le falta algo, un curso, saber estar, informe laboral, experiencia en el territorio…

De lo relacionado con la búsqueda de empleo, hubo un hecho particular que recuerdo, curse los estudios de máster con quién se convirtió en su momento en una gran amiga, que conocía mi experiencia y mi búsqueda de empleo, me di cuenta que ella y otras compañeras se compartían convocatorias laborales de nuestra área de estudio que a mí contando con experiencia y formación no me hacían llegar, a mí me compartían las convocatorias para limpiar o cuidar ancianos.

Cuando obtuve mi primer empleo en mi área profesional en España estaba feliz, era mi logro. Una conocida se acerca y me dice, “que te vas a Ceuta a trabajar, allí pasaras por “morita” porque tú el perfil latina no lo tienes, las “panchitas” que se ven en Madrid son bajitas y gorditas”.

 

Ámbito familiar

En varias ocasiones acompañe a mi pareja a comer con su padre y en la mesa se reproducían comentarios xenófobos, racistas y clasistas que yo no dejaba pasar, decidí no volver. Tiempo después, cuando volvió de una comida, me dijo, que ya no pudo excusarme de más formas, cosa que yo no le pedí, y le dijo a su padre que yo había decidido no volver, la respuesta fue “Nosotros nos manejamos bien con ella”.

Y es que desde el lugar de la supremacía blanca algo les dice que se pueden “manejar mal” con las personas migrantes, hay una autorización a corregirnos constantemente, inferiorizar nuestros saberes, infantilizar nuestras acciones, humillarnos con chistes y esperar de nosotros la naturalización, la aceptación, la complicidad.

 

Ámbito de la Salud Mental

Y llega un momento, que parece que a tu alrededor todo se derrumba, llegue a pensar que me estaba volviendo loca, no paraba de moverme, de intentar hacer contactos, vincularme a cosas. Me aleje de mi red familiar y social en Colombia pues me daba vergüenza o no encontraba las palabras para expresar lo que estaba viviendo y me aleje de lo que creía era mi red en España porque me avergonzaba no ser la mujer que concretaba proyectos, que reordenaba su vida, que se integraba, sentía que me convertía en una mujer dependiente y precaria, incapaz de reconocer a su hijo adolescente y sus necesidades. Me demore un montón en entender el sistema de salud, mientras tanto perdía peso, me faltaba el sueño y cuando logre ir al médico me recetaron medicamentos para la depresión.

Mi hijo vivió una crisis de ansiedad, se manifestó en su trabajo pero traía cola, fue medicado e internado en un centro de atención psiquiátrico, estuvo allí por más de 20 días, no lograban encontrar el punto de la medicación y estaba eufórico todo el tiempo. No hubo una consulta familiar antes de medicarle e internarle y aunque intente proponer que se observase el proceso de acompañamiento teniendo en cuenta su condición sujeto joven migrante no hubo oídos receptores en el equipo médico.

En el libro La inteligencia migratoria, el psiquiatra Joseba Achotegui, brinda una serie de herramientas para afrontar las dificultades psicológicas vinculadas a la migración, tanto las relacionadas al estrés y el duelo migratorio, como las vinculadas a los trastornos mentales. A continuación, se explican toda una serie de estrategias de resistencia y resiliencia y pone énfasis en el riesgo de medicar a las personas migrantes desconociendo los diferentes procesos por los que se pasa y que están lejos de la depresión o algún trastorno mental y más cerca de estar viviendo procesos racistas, xenófobos, de crisis de la identidad y del saber, constantemente.

Podría continuar exponiendo experiencias asociadas a la caridad, la condescendencia, la exotización de nuestros cuerpos y realidades, la profunda ignorancia sobre nuestros sures, pero quiero resaltar que la migración es una experiencia vital que también enseña humildad, desapego, fortaleza, empatía, creación de nuevas redes de apoyo, confrontación con tus privilegios, cada quien va armando su propia caja de aprendizajes. La migración es una experiencia política radical, que se radicaliza más cuantas más barreras tienes que enfrentar.

La escritora Chimamanda Ngozi Adichie hace una crítica magnifica al peligro de la historia única “La consecuencia de la historia única es que roba la dignidad de los pueblos, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias en vez de nuestras similitudes”(2009). Y escuchar esto me sirve para reafirmar que es el momento de que quienes migramos mostremos la otra cara de la historia, no narrados desde quienes nos estudian sino desde las vivencias personales y colectivas.

Escribo este texto porque quiero ser la única que cuente mi verdad, si algo he entendido de este curso y de leer a algunos escritores y pensadores de Nuestramérica y de algunos territorios de África es que las personas que de alguna o múltiples formas hemos sido despojadas tenemos el derecho de tejer nuestro propio discurso, desde el lugar que nos corresponda, un poco incomodando, informando, juntándonos para así romper con las barreras como la dominación nos ha construido, reflexionando y actuando en consecuencia.

Yo no espero que este sea un buen texto, pero ha sido la oportunidad de volver a disponerme a escribir y de decirme, ¿quién te dijo que tiene que ser bueno?, pues reflexiono y mucho de lo que se me ha compartido en esa historia única occidental no es bueno, ha estado cargado de prejuicios, estereotipos, ideales, mucho miedo y odio, de vidas que merecen ser vividas frente a vidas que no valen nada, frente al despojo medioambiental de nuestros territorios, de saberes ancestrales silenciados, de un modelo de desarrollo que extermina toda forma de vida, de un modelo de bienestar para el disfrute de unos que se sostiene en las violencias que padecen millones. No este texto no será bueno, pero será verdad.

 


(1) Consultado en línea Septiembre de 2023, División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA)

(2) Consultado en línea, septiembre de 2023, https://www.iom.int/es/terminos-fundamentales-sobre-migracion

  • Achotegui Loizate, Joseba (2018). La inteligencia migratoria. Manual para inmigrantes en dificultades. Ed. Ned Ediciones.
  • Espinosa Miñoso, Yuderquis (2014). Etnocentrismo y colonialidad en los feminismos latinoamericanos: complicidades y consolidación de las hegemonías feministas en el espacio transnacional, pp. 309 – 324. En: Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemologías y apuestas descoloniales en Abya Yala.
  • Ngozi Adichie, Chimamanda (2009). El peligro de la historia única, TEDGlobal.