Raíces del éxodo: la búsqueda de un futuro en la sombra del pasado
Las migraciones están profundamente arraigadas en las estructuras de poder y las dinámicas económicas del sistema actual. El neocolonialismo, capitalismo y consiguiente intercambio desigual generan condiciones precarias en los países africanos, obligando a ciertos sectores de la población a migrar. Los países de occidente utilizan las migraciones como instrumento político. Sin embargo, la demanda de mano de obra barata en sectores clave se alimenta de los flujos migratorios. Es necesaria una nueva narrativa que reconozca la complejidad del fenómeno migratorio y su papel fundamental en la economía global.
Por Albert Jakob Liñán Maho
Alumno del Curso de Formación Nuevas Narrativas: Recuperando el poder del discurso social y humanista sobre las migraciones
Estamos cansados de que se rompa la línea de la empatía.
Estamos cansados de que hablen de números y no de personas.
Estamos cansados de que se etiquete a personas como “ilegales”.
Estamos cansados de escuchar hablar de “crisis migrante” en los medios.
Estamos cansados de que se deshumanice y señale sistemáticamente a personas que han sufrido y por lo consiguiente, incrementar ese sufrimiento.
En la comunidad afro estamos muy cansados de estas narrativas.
Las migraciones están profundamente arraigadas en las estructuras de poder y las dinámicas económicas del sistema global actual. El neocolonialismo, capitalismo y consiguiente intercambio desigual generan condiciones precarias en los países africanos, obligando a ciertos sectores de la población a migrar en busca de mejores oportunidades. Convivimos con un sistema económico mundial que se beneficia de la migración explotando a los trabajadores migrantes. La demanda de mano de obra barata en sectores clave se alimenta de los flujos migratorios, perpetúa la vulnerabilidad de estos trabajadores y el racismo que sufren. Los países desarrollados utilizan las migraciones como instrumento político para presionar a otros países y perseguir sus propios intereses. ¿Cómo puede ser tan importante el color de tu piel o de tu pasaporte? Europa impide la entrada legal a personas africanas, mientras los europeos circulan libremente y establecen residencias por casi todo el mundo.
Es hora de desmontar la narrativa simplista, generalizada y deshumanizada que se construye en torno a los migrantes africanos. Propongamos una nueva narrativa que reconozca la complejidad del fenómeno migratorio y su papel fundamental en la economía global. Hagamos un poco de retrospectiva histórica, abordemos con hechos la situación global y acerquémonos a entender el origen de las migraciones africanas.
La Conferencia de Berlín de 1884 marcó un punto de inflexión en la historia del continente africano. En esta “conferencia”, las grandes potencias europeas, se reunieron para repartirse el continente, estableciendo reglas para la colonización y dando inicio a la «carrera” por África. Colonización que conllevó a la explotación desenfrenada de recursos naturales y la imposición de sistemas políticos, económicos y sociales desiguales que beneficiaban a las metrópolis en detrimento de las poblaciones africanas. Este dibujo a escuadra y cartabón unificó, sin consentimiento, distintas culturas bajo una misma bandera y es la base de gran parte de los conflictos civiles que se han sucedido en África desde el siglo XX hasta la actualidad.
La Segunda Guerra Mundial debilitó a las potencias coloniales y encendió la llama de los movimientos nacionalistas en África. Tras la guerra, la lucha por la independencia se intensificó, conduciendo a un proceso de descolonización gradual que se extendió teóricamente entre 1950 y 1990. Sin embargo, la independencia formal no significó el fin de la influencia europea. El neocolonialismo se presenta como esa bonita política de cooperación e intercambio entre el estado independiente y la antigua potencia colonial. Sin embargo, esta «cooperación» esconde una realidad: la continuación de la explotación económica, la injerencia en las decisiones políticas y el control cultural del país. Las antiguas metrópolis, bajo la apariencia de «ayuda» y «asesoría», persiguen en realidad el aumento de sus propios beneficios, manteniendo una relación de poder desigual con el nuevo Estado(Badi, 1996).
Senegal se enfrenta a una grave crisis provocada por la sobreexplotación pesquera por parte de flotas internacionales. La pesca industrial a gran escala y la instalación de fábricas de procesamiento de pescado han diezmado los recursos pesqueros, despojando a los pescadores locales de su principal sustento y generando un impacto devastador en el empleo, la seguridad alimentaria y la economía del país(Moreno & Aris, 2013).
La República Democrática del Congo, un país paradójicamente rico en recursos naturales pero sumido en la pobreza, es escenario de una tragedia: la explotación descontrolada del coltán, un mineral esencial para la industria tecnológica. Esta extracción está envuelta en una espiral de abusos y violaciones a los derechos humanos. Los propios congoleños, especialmente niños, trabajan en condiciones precarias y peligrosas a cambio de un pago ínfimo. La pobreza extrema, el trabajo infantil y la falta de acceso a servicios básicos son solo algunas de las consecuencias de esta explotación desenfrenada(Montague, 2002).
En 14 países de África occidental y central todavía usan el franco CFA; moneda colonial que se estableció en 1948 con el objetivo de transferir los excedentes económicos de las colonias francesas de África a la potencia. A día de hoy, esta moneda permanece bajo poder francés, restringiendo la capacidad de los países africanos para devaluar su moneda para impulsar las exportaciones y el crecimiento económico. Además, obliga a estos países a mantener reservas extranjeras significativas en Francia, lo que limita los fondos disponibles para el desarrollo interno(Sylla, 2020).
La evidencia es clara: la situación de precariedad y desigualdad de gran parte de países africanos facilitada por la tendencia neocolonialista global empuja a sus habitantes a la migración para buscar mejores oportunidades. La migración impulsada por la necesidad económica es, en esencia, coercitiva. La imposibilidad de subsistir en sus países de origen obliga a miles de personas a emprender viajes arduos y peligrosos en busca de mejores oportunidades(Ness, 2023). Y, desgraciadamente, el ciclo de la explotación no termina cuando dejan el continente africano; las mismas potencias que saquean sus países de origen se benefician de su fuerza de trabajo. Esta mano de obra migrante, a menudo mal remunerada y en condiciones precarias, es un pilar fundamental de las economías de occidente.
En Europa, la etiqueta de «ilegal» recae sobre los inmigrantes como una herramienta política para apaciguar a las clases trabajadoras nacionales. Estas clases, temerosas de ver sus privilegios económicos y su estatus amenazados por la llegada de trabajadores extranjeros, son utilizadas como base para justificar políticas migratorias restrictivas y discriminatorias(Ness, 2023). Sin embargo, la realidad es que estas regiones se benefician en grandes niveles de la migración. Los trabajadores inmigrantes representan una fuente inagotable de mano de obra en sectores como la agricultura, la construcción, la manufactura y los servicios de cuidados. Durante la gestión de la pandemia de COVID-19 toda la Unión Europea ha cubierto puestos de trabajo en sectores de vital importancia con trabajadores migrantes. Sectores como el de los cuidados y el hogar (donde 1 de cada 3 trabajadores es migrante) o el procesamiento de alimentos (donde 1 de cada 5 lo es), han sido fundamentales para el bienestar de las poblaciones europeas(Fasani & Mazza, 2024).
La compleja situación en los países de llegada sigue siendo más favorable que en los países de origen y la tendencia mundial del desplazamiento hacia los estados ricos es inevitable. Como se ha detallado, el régimen migratorio global fomentado por los países occidentales se fundamenta en un intercambio desigual que se refuerza a través de medidas coercitivas(Ness, 2023). La militarización de las fronteras por parte de los países ricos del norte expone una profunda contradicción: por un lado, necesitan mano de obra migrante barata para sostener sus economías; por otro lado, implementan políticas xenófobas y erigen muros para impedir su entrada. Como consecuencia, la movilidad se vuelve cada vez más peligrosa, muchas personas mueren o desaparecen en el curso de su viaje.
Las estadísticas sobre migración irregular en Europa suelen presentar una imagen incompleta e injusta, al enfocarse únicamente en las entradas por vía terrestre y marítima. Este sesgo ignora la migración aérea, lo que refuerza la narrativa de que la frontera sur de Europa es el epicentro de la crisis migratoria. España tiene una ventaja sobre el resto de Europa en la complicada tarea de medir la inmigración irregular; las autoridades permiten el registro de todos los extranjeros en el Padrón Municipal, independientemente de su origen o situación administrativa. Lejos de la imagen de una «invasión», un informe de 2020 revela que los migrantes africanos representan solo el 9,2% (alrededor de 43.000 personas) de la población irregular en España. Contradiciendo la narrativa mediática, la tasa de irregularidad del continente africano es tres veces más baja que la de Canadá y Estados Unidos combinados(Fanjul & Gálvez-Iniesta, 2020).
El éxodo desde África no es un capricho, sino la consecuencia directa de un sistema que explota y oprime. África, un continente rebosante de riquezas naturales, se encuentra sumida en la pobreza y la miseria. Esta realidad orquestada por las potencias neocoloniales es un eje del sistema económico predominante mundial y ha convertido la negación de los valores fundamentales de la dignidad humana en algo normal(Ondó, 2016). El intercambio desigual continúa en occidente donde la mano de obra migrante con bajos salarios es utilizada para generar mayor plusvalía a las empresas. Mientras tanto los medios de comunicación y la clase política enmascara la situación real y utiliza a los migrantes como arma arrojadiza. El intercambio desigual no es solo a nivel económico sino a nivel social, humano y estructural. ¿Se ha establecido un “apartheid global”? Los mismos que definieron las fronteras del continente africano hoy las levantan frente a ellos.
Bibliografia
- Badi, M. K. (1996). El neocolonialismo en África: Sus formas y manifestaciones. Revista de análisis sur-norte para una cooperación solidaria, 24, 63-68.
- Fanjul, G., & Gálvez-Iniesta, I. (2020). Extranjeros, sin papeles e imprescindibles: Una fotografía de la inmigración irregular en España. Madrid. PorCausa.
- Fasani, F., & Mazza, J. (2024). Immigrant Key Workers: Their Contribution to Europe’s COVID-19 Response. IZA – Institute of Labor Economics.
- Montague, D. (2002). Stolen goods: Coltan and conflict in the Democratic Republic of Congo. SAIS Rev. Int’l Aff., 22, 103.
- Moreno Maestro, S., & Aris Escarcena, J. P. (2013). La pesca en Senegal entre el mercado global y la subsistencia comunitaria. Revista andaluza de antropología, 4, 103-121.
- Ness, I. (2023). Migration as Economic Imperialism: How International Labour Mobility Undermines Economic Development in Poor Countries. John Wiley & Sons.
- Sylla, N. S. (2020). Moving forward to African monetary Integration. Africa Development/Afrique et Développement, 45(2), 39-58.
- Ondó, E. N. (2016). La emigración africana y la explotación neocolonial. Revista FAIA, 4(20).