Mirada crítica a la migración hoy: condición de posibilidad de nuevas narrativas
En este artículo, Dieudonné Rizinde Mahirwe hace una reflexión critica sobre los derechos humanos y pone en cuestión si son realmente universales: ¿para quién formulan los legisladores una ley y contra quién? ¿Benefician a todas las personas por igual o si están hechos sólo para las más privilegiadas? La conciencia de la raíz del problema es el camino para crear condiciones propicias para nuevas narrativas.
Por Dieudonné Rizinde Mahirwe
Alumno del Curso de Formación Nuevas Narrativas: Recuperando el poder del discurso social y humanista sobre las migraciones
El texto que leí de la Declaración de Derechos Humanos adoptada y proclamada por la Asamblea General en 1948 parece contener las condiciones ideales de un mundo paradisíaco humano de libertad, justicia, paz y dignidad. Es desde este punto de vista que parece suficiente echar un vistazo al primer artículo de dicha declaración para darse cuenta de que después de la terrible segunda guerra los humanos habían aprendido bastante de sus errores y que a partir de entonces seguramente crearían un mundo regido por el espíritu, como el del sensus comunis.[1] Es difícil para mi estado de ánimo esperar el asombro que me causa la lectura de este primer artículo: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente entre sí.»
Introducción
Estamos de acuerdo en que tenemos una enorme cantidad de derecho universal y su aplicación en constituciones y normas. Sin embargo, por otro lado, en mi espíritu crítico se produce otro tipo de pensamiento adrenérgico que informa una especie de sospecha de que los derechos humanos también podrían terminar siendo «una especie de quimera» que muchos negros en África y en todas partes nunca llegan a realizar. Este contraste puede considerarse como una deslealtad desde el punto de vista testimonial y real respecto de la situación que indica que los derechos tal como han sido concebidos podrían incubar una clave o incluso una conceptualización (intencionalidad) del colonialismo y la desigualdad intrínseca. El problema de la migración y el desafío de generar nuevas narrativas está íntimamente ligado a la condición de los derechos en su concepción y aplicación. Sea como fuere, el problema migratorio que enfrentan los países del Norte y los del Sur respecto de los migrantes, más bien debe ubicarse en un a priori prejuicioso y una visión racista que prevalece en las estructuras institucionales.
Por tanto, tras la introducción analizaremos la condición de posibilidad de nuevas narrativas. En este punto crucial intentaremos vislumbrar el contexto silencioso de la pregunta sobre los derechos y obligaciones que afectan a los migrantes: ¿para quién formulan los legisladores una ley y contra quién? En el segundo punto nos daremos cuenta de que se ha mistificado demasiado la adquisición de derechos en códigos de expertos como para complicar su adquisición con formulaciones ideológicas, de modo que uno puede dudar si los derechos están ahí para beneficiar a todos por igual o si están hechos sólo para los más privilegiados. En este punto, la condición de precariedad se reitera como una situación que se atrofia y dificulta aún más el surgimiento de nuevas narrativas de los más afectados y olvidados que yacen en los barcos del Mediterráneo, en el Río Bravo y en los campos de refugiados. La conclusión se dará en este contexto silencioso injertado en los derechos humanos y las otras leyes particulares de cada país, subrayando la necesidad de reconocer el origen complejo del problema de la migración: racismo, corrupción y monopolio de los privilegios legales. Hacer esto será el origen de una tarea que requiere el rigor de pensar que, si no se logran nuevas narrativas [2] la conciencia de la raíz del problema termina siendo el camino mismo para crear condiciones propicias para nuevas narrativas.
Condición de posibilidad de nuevas narrativas
Dado que la migración sigue siendo un preludio de la precariedad existencial, la cuestión de la condición de posibilidad de nuevas narrativas prevalece como un problema crucial en la convivencia humana actual. Por eso, nuestra época podría considerarse llena de crisis migratorias, porque sería irrelevante hablar hoy de la convivencia humana y de los derechos que no se relacionan con este importante tema en todas las dimensiones del pensamiento. Sin embargo, el engaño siempre está en primer plano cuando se trata de un tema demasiado popular en el sentido de que hoy atrae un mayor grado de atención en los avatares políticos, sociales, psicológicos y económicos. Ignorar la profunda implicancia del problema migratorio y el impacto que éste tiene en el campo jurídico-político, muestra la persistencia de una “mala fe”[3] que imposibilita el surgimiento de nuevas narrativas. Por lo tanto, que el problema de la migración haya sido tratado deliberadamente sin seriedad es una verdad, por lo que nos indica que estos supuestos tomadores de decisiones tienen dificultades para admitir su falta de buena voluntad política. Este fracaso no es menos grave cuando se refiere a cuestionar severamente la pretendida relevancia de las relaciones internacionales, los significativos avances en derechos, libertad y dignidad humana decretados en los acuerdos interestatales y las cartas fundacionales de las Naciones Unidas sobre la migración y la protección de las personas y sus pertenencias. En esta perspectiva, pensamos que las nuevas narrativas sobre la migración no pueden contentarse sólo con quedarse a la periferia de la vida sin sacar a la luz el entrelazamiento que los fracasos jurídico-políticos tienen con la persistencia de la precariedad existencial. La tesis implícita o explicada de este análisis crítico revela la dramática existencia de círculo vicioso del problema sociopolítico y antropológico. No hay duda de que existe la condición de un derecho sin salida cuando la misma legislación se convierte en un problema ontológico que comprueba el racismo, la xenofobia y la discriminación regional. Lo que se resiste a ser superado en el capitalismo occidental es precisamente este círculo vicioso que demuestra que donde se genera un derecho, también se genera una nueva forma de violencia. Por ello, consideramos en esta reflexión que es fundamental dirigirse hacia la toma de conciencia, en sentido de crítica y redefinición de qué entendemos por los derechos humanos, para posibilitar el surgimiento de nuevas narrativas. Es decir, la condición de exclusión de las víctimas es la que da licencia para hacer lo que quieran (los decidores), evitando tocar el tema jurídicamente o utilizar la jurisdicción de manera arbitraria, como si las personas no fueran iguales y así permitiendo que a algunos seres humanos se les traten como si fueran mercancías o presa fácil de exterminio, violación, secuestro y asesinato. En realidad, el problema reside en el acto del legislador.
Cuando vivía en mi pueblo de Rugari (Este de la RD Congo), tenía más claro que las personas son iguales, sin distinción esencial. Eso es lo que nos enseñaron nuestros padres. No recuerdo haber tenido ninguna dificultad para entender que un asiático, un europeo, un americano y un africano, son todos seres humanos que comparten la misma esencia constitutiva. Además, la suerte que tuvimos en nuestro pueblo de ver y convivir con los misioneros católicos de Polonia que apenas hablaban francés o el idioma local me señaló que las personas pueden ser iguales (en la esencia) y similares (en lo físico), pero que pueden tener algunos accidentes que pueden marcar la distinción, ya sea por el color de la piel, el idioma, el cabello, el tamaño, el carácter, etc. Considero esta noción primaria de la antropología implícita como una ventaja cuando, siendo adulto y viajando de un país a otro, me encuentro con personas que no han tenido la misma suerte de convivir con personas de diferentes países, regiones o culturas. Empezando por mi propio país, que tiene más de 300 etnias, no me pareció evidente que la gente te considere igual cuando vienes de una tribu diferente. Este choque parece menor, pero lo considero como un indicador de la dificultad para generar la propia historia mientras uno se encuentra en una condición vulnerable. Por el hecho mismo de que uno enfrenta una crisis de identidad racial o nacional como migrante o refugiado, corre el riesgo de existir fuera del marco jurídico-político porque existe indefenso.
Mis padres me repetían que el árbol debe enderezarse en su tierna etapa de crecimiento. Lo que me inculcaron durante mi temprana edad tuvo un impacto positivo en mí, por lo que no sufrí ningún complejo de identidad en el momento que viví en una familia de etnia diferente a la mía durante mi presentación del examen estatal que marcó el cierre de educación secundaria en 1996. Los hijos de la familia que me alquilaba no se molestaban en hablar el idioma que yo entendía para facilitar mi completa integración en su hogar. Esta inocencia no duró mucho hasta que poco después comenzó una guerra civil en mi país. Muchos países vecinos estuvieron involucrados en esta situación de guerra. Tuvimos que huir de nuestro hogar para instalarnos en la zona norte del país. Para nosotros, que habíamos recibido a los refugiados del país vecino, Ruanda, en 1994, nos llegó el turno de ser llamados: desplazados internos por la guerra y los conflictos armados.
Por supuesto, se estaba diseñando en nuestra existencia una nueva identidad teñida de negatividad hasta el punto de olvidar los nombres propios. El detalle que recuerdo al respecto, es cuando los agentes del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos reconocían quiénes éramos por un dígito colocado en el hombro izquierdo. Este pequeño detalle nos dice que ser refugiado o desplazado interno no es tener un estatus del cual estar orgulloso, sin embargo, nos vimos obligados a encontrarnos en esa triste obligación de identificarnos allí como proclives a ser una producción de supervivencia en la precariedad de vida. Dicho de otra manera, en muchos lados el debate está en torno a que la guerra suprime los derechos humanos. En este ritmo de vida subalterno es casi difícil generar una narrativa propia; porque en el momento de la experiencia esa inmersión hace ver que todo está perdido, pero nunca en perjuicio del privilegiado. Ese es exactamente el origen de la injusticia y la desigualdad en perjuicio de los pobres y los menos privilegiados. Por eso pensamos que el origen de la injusticia está incrustado en una idea racista y burguesa de los derechos humanos. Esta crisis es un fracaso resultante de la lógica del capitalismo que considera a las personas en términos de productos donde se pierde el sentido de la vida. Dijéramos que la principal causa del problema que atañe a los migrantes es esta condición de precariedad donde la vida de una persona queda relegada del espacio público sin siquiera una representación genuina que defienda adecuadamente la cultura de vida (en favor de cada persona humana) en las supuestas cámaras de representación competentes. A mi entender, los derechos humanos surgen en el contexto del pensamiento liberal moderno. Son derechos de los individuos, no son derechos de los pueblos, aunque en su conceptualización se piensa que son garantías que el Estado debe cumplir frente a sus ciudadanos. Pero en la vida real los inmigrantes, refugiados y desplazados internos no son tratados como ciudadanos y, en consecuencia, el Estado no garantiza sus derechos.
Esta condición que se genera en los espacios de origen del migrante se ha reproducido en los espacios de transición y los puntos de llegada de los refugiados. Esto significa concretamente que las personas que se encuentran en esta situación aparecen como utensilios de uso, asimilados a un estado de mera vida o incluso sin valor de cambio, donde la libertad y la dignidad quedan anuladas. Todas las discusiones sobre la explotación de los migrantes que ignoran esta subordinación inhumana quedan como edificios sin ventanas y que no corresponden al acto de habitar nuestra casa común, el mundo. La complejidad de la paradoja es cuando esas casas de refugiados o campos de refugiados terminan constituyéndose como un hogar permanente y finalmente terminan transformándose en un territorio de esclavitud. Será importante leer a Locke para entender este problema.[4] En realidad, son edificios donde yacen cuerpos cansados por la irregularidad de la situación; es decir que son espacios donde no cesa de producirse el proceso de envilecimiento de hombres y mujeres sin que haya correspondencia con el deseo vital, la dignidad y la libertad. Eso es un territorio abandonado a su propia suerte, una forma de precariedad sin constitución ni regla de vida que la del reino de la corrupción, la perversidad, el consumo de drogas y los abusos sexuales. Por tanto, la ausencia de espacio público (instituciones públicas) y la inexistencia del derecho justo y la ley justa para todos están relacionadas con la promoción deliberada de un mundo sin cultura, sin sentido ni bien común. Pensando así que, a algunos siempre se les ha negado el espacio público como condición de posibilidad de la libertad, es decir, de participación en la vida de la polis, encontramos una persuasión que da validez a nuestra pregunta: ¿qué significado tiene el espacio público? Arendt señala que “el término público significa el propio mundo, en la medida que es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él”.[5] Dentro de esta perspectiva, Giorgio Agamben alude a la visión clásica para explicar su enfoque de lo que suena como una crisis biopolítica: “La celebre definición de la polis como ‘nacida con vistas de vivir [tou zen], pero existente con vistas del vivir bien [tou eu zen]’ (Pol., 1252b 28-30), ha dado forma canónica aquella trama entre vida y vida políticamente cualificada, entre zoè y bios, que resultaría decisiva en la historia de la política occidental”[6]
Lo peor de esta condición está aún por llegar: una condición en la que anula la posibilidad del trabajo, considerando que el trabajo es fundamental para generar el sentido de la vida, del mundo y de la acción humana. Esto significa que mantener a los refugiados en una condición de inacción (sin documentos migratorios adecuados y sin trabajo, sin actividad propia) es una forma premeditada de deshumanización sin precedentes. Es decir, tienen derecho a trabajar independientemente de si tienen documentos o no. Y si no se les da ni se les concede el derecho, se les niega la condición de humanidad. Partir de la experiencia vivida y los testimonios mostrados, se deslumbra un contexto silencioso de neocolonialismo y esclavitud generado por la condición de expropiación de la vida de las personas. Con esto logramos demostrar la alienación que la modernidad capitalista establece entre la mera vida y la existencia. Y se muestra claramente el desafío de recuperar una cierta noción del trabajo visto como producción de cultura. Siendo así evidente que las obras consideradas producto de la creatividad del Sur son vistas con menosprecio en Occidente.
Es brutal pensar que el mundo occidental opera en circunstancias poco claras porque se apoya en la precariedad de los países del Sur y se ha nutrido de su debilidad durante mucho tiempo a través de los intereses capitalistas. Los diamantes de sangre en Liberia y en la parte oriental de la República Democrática del Congo indican que la condición de desigualdad siempre produce la instrumentalización de los menos privilegiados porque la política funciona a favor del capital.
Desgraciadamente, los gobiernos de los países pobres caen en la trampa de la política y el criterio malicioso de Occidente. Esta política malsana consiste en unir separando, ayudar tomando, liberar esclavizando. El cuerpo del esclavo es aquel que no está en ninguna parte, no tiene patria, ni espíritu, ni religión, ni cultura, ni familiares, ni actividad… sólo yace esperando el destino diseñado por otros. Consideramos por tanto que todo esto está relacionado con la forma de vida. Como considera el pensador italiano Giorgio Agamben, sin que contradiga a la tesis foucaultiana “según la cual ‘el objetivo hoy es la vida’”[7] no existe la mera vida, sólo existe la forma de vida en tanto “vida política” “orientada sobre la idea de felicidad y coherente con una forma-de-vida, es pensable sólo a partir de la emancipación de esta escisión”.[8] Entiendo que Agamben quiere someter a examen la idea según la cual la forma-de-vida debe ser de todos sin ser privilegio de nadie en particular. Sin embargo, las condiciones de producción de esa forma de vida han sido precarias para más del 80% de la población mundial, especialmente en los países de origen de los migrantes. Generalmente resulta una distancia constante entre los humanos que sobreviven y otros que subsisten manteniendo la mera vida. Este paradigma unilateral proviene del soberano invisible y muestra que “el poder político que conocemos se basa siempre, en última instancia, en la separación de una esfera de la nuda vida del contexto de las formas de vida”.[9]
Esto sugiere que una vez que el racismo hegemónico ha adquirido otras facetas, es necesario desactivar la capacidad de pensamiento crítico. De manera que sería muy interesante ver a quién pertenece esta vida negada. Si la esclavitud de los negros o de cualquier persona es una práctica y un discurso criminal y prohibido, aún no se han creado condiciones suficientemente humanas para que la persona negra sea respetada en su territorio de origen y en el espacio de asilo. Al igual que los filósofos de la sospecha que hasta la fecha tienen fama para desafiar la modernidad occidental, me lanzo a la dolorosa actitud de sospechar el hecho de que las personas que han sufrido demasiado por los horrores de la guerra y la migración, son en su mayoría personas negras. El flagelo del rechazo de la persona negra todavía se puede percibir, no en la retórica oficial, en los campos de fútbol, en las escuelas, en las calles, sino más bien en las estructuras institucionales de la legislación occidental y los aparatos de “seguridad pública”. No hay duda de que el racismo está en todos estos lugares y en otros contextos más silenciosos como en la propia iglesia, en las aulas y en las plazas públicas. Así que pongo la seguridad pública entre comillas para mantener la línea con lo dicho anteriormente, donde los asuntos públicos, los asuntos políticos y el bienestar suelen ser un privilegio de algunos ciudadanos o de algunos inmigrantes bien seleccionados para recibir un mejor trato. Mientras que otros, por precariedad, se venden y quedan así subordinados. Para decirlo claramente, creo que el trato que un migrante procedente de Ucrania pueda recibir en territorio europeo será diferente del trato que recibiría un migrante procedente de Sudán o de la parte oriental de la República Democrática del Congo. La desigualdad continúa incluso en la precariedad. La vida de los inmigrantes y refugiados negros o africanos está más expuesta a peligros con poca o incluso ninguna acción a su favor. Por tanto, cualquier acción política o jurídica que se limite a la producción de mera vida, no hace más que violencia, porque como diría Hannah Arendt: la política es la condición de posibilidad de una vida buena, es decir, la ciudadanía como plenitud de la vida humana.[10]
Situación crítica de la migración hoy día como mera vida
Estoy convencido de que para crear una condición favorable que haga posibles nuevas narrativas (historia propia), este espacio público debe ser tomado en cuenta como condición para decidir los asuntos públicos. Lo público, es decir el bienestar de cada persona, no debe de ser una propiedad de alguien en específico; en cambio, debe de ser para todos. Es decir, lo que compartimos como ciudadanos del mundo o de las Naciones Unidas (políticamente hablando) es la vida como existencia y no como la mera vida que yace en los espacios privados de maltrato e insulto donde se instrumentaliza la propiedad privada para aislar a otros y así ir creando la condición fértil para esclavizarlos. Es esta perspectiva la que nos anima a reevaluar los espacios habitados como productores de discursos de representación iconográfica del poder político local e internacional, que no favorece a quienes se encuentran permanentemente en una situación de mera vida o muerte. Todo les pesa, sea el tiempo o el espacio, por el trato imparcial, el cliché como pantalla imaginaria creada en el espacio real, personas sin hogar ni protección legal. Todos estos elementos se entrelazan para producir un discurso, una narrativa de poder enmascarada y moralista. Entonces, la cuestión espinosa es saber en qué espacio y cuándo serán posibles nuevas narrativas. Tanto la pregunta como la respuesta son complejas. Pero la única salida a esta caverna del mito platónico será lo que uno tenga ligado a su existencia, no abandonar mi vida cotidiana, que es la única condición de posibilidad para encontrar mi única historia. La reflexión que no debe faltar es el único carácter social, racial, político, religioso, cultural, intelectual y vital que tiene que ver con el surgimiento de mi nueva narrativa, es decir mi propia historia. Necesitamos una mirada, una narrativa donde los pueblos puedan decir su propia palabra y donde su palabra cuente. Este contexto silencioso y olvidado del discurso sobre las narrativas de los propios migrantes, es lo que llama nuestra atención para ser discutido en este ensayo. En otras palabras, honestas, ¿cuál es la posibilidad de nuevas narrativas para los migrantes frente a estas condiciones de ausencia de derecho?
Una mirada crítica a la condición del derecho frente a la precariedad existencial nos lleva a reexaminar si los migrantes del Sur son realmente vistos como seres humanos con todos los derechos, o son vistos como personas marginadas, es decir, sin derecho al espacio público ni a la palabra. Más que nunca necesitamos otro derecho que no sea ciego. En otras palabras, necesitamos un derecho basado en la justicia para los negros.
El análisis lingüístico también puede darnos una pista y mostrarnos esta precariedad existencial cuando se hace referencia a un migrante en el siglo XXI como alguien que busca asilo, con todo el peso semántico que conlleva este concepto. En Reino Unido informan que el gobierno quiere llevar a los «solicitantes de asilo» a Ruanda, por lo que la mayoría de los afectados han expresado su repugnancia ante esta iniciativa interestatal entre ambas naciones. Puede dudarse si se ha tenido en cuenta la opinión de la nación de origen del migrante antes de tomar tal decisión. El hecho de que muchos inmigrantes hayan preferido huir de los agentes del Ministerio del Interior indica que están aterrorizados y eso es un signo notorio de la violencia contra los derechos humanos. Así algunas organizaciones de caridad en favor de los migrantes advierten las consecuencias del asilo forzado:
Si bien el gobierno ha difundido ampliamente su mensaje sobre la detención de personas para Ruanda, no está claro si los funcionarios habían previsto que algunos solicitantes de asilo se esconderían y otros irían a Irlanda. Lou Calvey, director de la organización benéfica Asylum Matters, dijo: ‘Las organizaciones benéficas de asilo de primera línea informan que las personas abandonan su alojamiento de asilo para evitar el arresto. Están dando la alarma sobre los crecientes riesgos de miseria y explotación’.[11]
Esto es sólo una muestra clara de que los migrantes están siendo constantemente marginados debido a sus condiciones vulnerables. Es preocupante darse cuenta de que el pisoteo de los derechos humanos fundamentales, está respaldado por el sistema legal en países donde se supone que se aplican disposiciones legales para proteger las vidas. Decir que todas las naciones deben prestar plena atención a la tarea de proteger a los migrantes se ha convertido en una chimenea. La realidad es tal que, desde el punto de partida hasta el lugar de destino, el migrante pasa su vida en una situación llena de peligros, prejuicios, robos, violaciones, secuestros, hambre, enfermedades y deportaciones. Esta condición es la que nos coloca ante la pregunta de si todavía podemos hablar de la relevancia de las declaraciones de derechos universales. Más bien, es más evidente que la condición de los migrantes, hoy se ha convertido en una alarma que anuncia la irrelevancia de los derechos universales y su implementación estricta e imparcial.
El hecho de que quienes huyen y aquellos a quienes se les niega sistemáticamente el asilo en Europa sean en la mayoría de los casos negros, debería ser motivo de preocupación porque debe haber una razón o un punto ciego, y eso es revelador:
Un hombre de Eritrea que estuvo encerrado bajo llave hasta su audiencia de libertad bajo fianza el martes dijo: “He estado detenido durante 25 días, aunque no he hecho nada malo. Quiero mi libertad. “Todavía creemos que podrían enviarnos a Ruanda. Nadie sabe qué pasará con las elecciones y si Ruanda será cancelada después. Ni siquiera me gusta oír a nadie decir la palabra «Ruanda». “Es muy perturbador para nosotros pensar en esto. Vine aquí a buscar seguridad por lo que está pasando en mi país, pero aún no la he encontrado. ¿Puede el Ministerio del Interior decirme a qué planeta debo ir para encontrar mi libertad y mi seguridad?[12]
La crisis de la precariedad debería reactivar las sirenas de alerta existencial y encender las luces del pensamiento para atacar las causas profundas del problema. El hecho de que haya una dramática falta de nuevas narrativas agrava la crisis migratoria, que no es más que una consecuencia desafiante para el surgimiento de la dignidad humana en la modernidad tardía.
Conclusiones
De este análisis crítico sobre la condición de posibilidad para construir nuevas narrativas, concluimos resaltando que la modernidad capitalista no nos ha abandonado debido a que aún en nuestra época nos encontramos en una condición antagónica en la que quienes dominan y quienes están dominados siguen siendo una realidad. Este vacío insoportable prevalece y sigue siendo contenido y promulgado por el antagonismo binomial predominante en la convivencia humana, ya sea entre Europa y África o entre Estados Unidos-Canadá y América Latina-Sudamérica. El semiterritorio es en este caso una condición corporal y espiritual, donde el migrante o el marginado se encuentra en medio de los estados como si, en cierto modo, estuviera atrapado entre la espada y la pared. Mientras tanto las supuestas autoridades que deberían representar al pueblo pierden tiempo y energía culpándose entre sí, peleándose en una charla sin cabeza ni salida. Es en medio de este disgusto provocado por esta insalubridad política y la pérdida del sabor de la vida que el concepto de esperanza en coalición con una política social sana seguirá esperando con fe que surjan nuevas narrativas para cambiar el status quo de los privilegiados que todavía domina.
Referencias
- Agamben, Giorgio, El uso de los cuerpos, Homo sacer, IV,2, Edición digital: C. Carretero, p. 531, Consultado el 7 de junio de 2024 en: http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html.
- Arendt, Hannah, La condición humana, Paidós, Barcelona, 1993.
- Hinkelammert, Franz, Joseph, “La inversión de los derechos humanos: el caso de John Locke”, en Herrera Flores, J. (Ed.). El vuelo de anteo. Derechos humanos y crítica de la razón liberal, (Bilbao, Desclée de Brouwer, 2000), 79-113.
- Kant, Manuel, Crítica del juicio, Colección austral, Madrid, 1977.
- Taylor Diana, Harrison Shane and Vinter Robyn, “Home Office faces fallout from Rwanda roundup as asylum seekers hide or flee”, in The Guardian, Tue 7 May 2024, consulted on the 31 of May 2024 on line and google translation with our own verification: https://www.theguardian.com/politics/article/2024/may/07/asylum-seekers-hide-or-flee-to-ireland-to-avoid-uk-rwanda-detentions.
- Taylor, Diane, “’I’m frightened’: the asylum seekers rounded up to be sent to Rwanda. Asylum seekers from Sudan, Eritrea and Afghanistan detained in government’s Operation Vector share their stories”, in The Guardian, on Tue 28 May 2024, consulted on the 27 May 2024 on line, translated using google: https://www.theguardian.com/uk-news/article/2024/may/28/im-frightened-the-asylum-seekers-rounded-up-to-be-sent-to-rwanda.
[1] Kant considera que por sensus communis ha de entenderse la idea de un sentido que es común a todos. Cfr. Manuel Kant, Crítica del juicio, Colección austral, Madrid, 1977, p. 198.
[2] Por nuevas narrativas entendemos una nueva historia de los derechos humanos y una nueva conceptualización no colonial.
[3] Más que disimulo de los derechos humanos, se trata de injusticia, de negación sistemática de los derechos humanos.
[4] Franz Joseph Hinkelammert, “La inversión de los derechos humanos: el caso de John Locke”, en Herrera Flores, J. (Ed.). El vuelo de anteo. Derechos humanos y crítica de la razón liberal, (Bilbao, Desclée de Brouwer, 2000), 79-113.
[5] Hannah Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona, 1993, p. 61
[6] Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos, Homo sacer, IV,2, Edición digital: C. Carretero, p. 531, Consultado el 7 de junio de 2024 en: http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html.
[7] Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos…, p. 393.
[8] Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos…, p. 394.
[9] Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos…, p. 391.
[10] Por lo que se ve en televisión y según la crisis migratoria que hay en el mundo, la triste verdad es que el migrante de Alemania o el migrante de Ucrania es una persona, no hay duda. En cuanto al migrante africano, es probable que no lo sea.
[11] Diane Taylor, Shane Harrison and Robyn Vinter, “Home Office faces fallout from Rwanda roundup as asylum seekers hide or flee”, in The Guardian, Tue 7 May 2024, consulted on the 31 of May 2024 on line and google translation with our own verification: https://www.theguardian.com/politics/article/2024/may/07/asylum-seekers-hide-or-flee-to-ireland-to-avoid-uk-rwanda-detentions.
[12] Diane Taylor, “’I’m frightened’: the asylum seekers rounded up to be sent to Rwanda. Asylum seekers from Sudan, Eritrea and Afghanistan detained in government’s Operation Vector share their stories”, in The Guardian, on Tue 28 May 2024, consulted on the 27 May 2024 on line, translated using google: https://www.theguardian.com/uk-news/article/2024/may/28/im-frightened-the-asylum-seekers-rounded-up-to-be-sent-to-rwanda.