Pistas para una narrativa intercultural de este tiempo
Sharon Pringle Félix, alumna del curso de formación Interculturalizar la Educación, reflexionan sobre el desafío de compreender la educación intercultural para hacerla entendible y accesible. El curso, coordinado por MAD África, tuvo como objetivo mejorar las competencias interculturales para trabajar en educación desde los enfoques antirracistas, y decoloniales y generar una práctica docente inclusiva y respetuosa con la infancia y adolescencia racializada.
Pasan las 12:00 a.m. de un día cualquiera. Mis ojos se posan sobre un ordenador mientras escucho un programa de radio llamado NEGRA. Las ondas hertzianas me hacen viajar por vía de la Cadena Radial de la Universidad de Puerto Rico, dos antropólogas hablan, con esa forma melodiosa como se habla en El Caribe, que es lo mismo que decir que hablamos en Panamá, qué más da, hablamos, es lo que importa.
Es usual percibir que con el pasar de los años las expresiones antirracistas no solo son más, también tienen un alto nivel de creatividad, desde campañas por el pelo afro, conversatorios, eventos formativos con especificidad de audiencias desde lo etario, para mujeres, niñas, en contextos comunitarios, urbanos, academicistas, de élite, hay de todo, y no es poco. Entre esos hallazgos recientes encuentro una campaña creativa en clave de retos para cada día de un mes, iniciativa del programa Sankofa en alianza con Ninna Otey, compañera de la organización Hijas de Alkebulan. Me quedo dándole click a cada página del reto, y de repente los sueños de Ninna son los míos, los abrazo, los escudriño y los aplaudo. Así mismo, en este mundo compartido, abrazo la insistencia de Yja Janina con sus Caras Afro, con su potencia, ímpetu e historia, la danza de sus caderas y su saludo al Sol, y esa insistencia de ser en otras con su sonrisa de canto a canto.
Hace 20 años, quien aquí escribe seguramente tenía una narrativa que empezaba a buscar ecos en Panamá, a entender desde dónde enunciarse, para luego ir moldeándose en reconocerse como una Afrofeminista. En ese entonces, los espacios no abundaban para nosotras, las “negras”. Recuerdo la frase gastada de varias compañeras: “Llegó Sharon por las negras”, “Aquí están las negras, aquí se toma en cuenta a todas”. Detrás de esas expresiones, un cúmulo de mujeres afrodescendientes, su negación a autoidentificarse y una serie de asuntos no lejanos a lo que se vive hoy, con la diferencia de que el afro de Angela Davis está posicionado desde hace rato, y no solo como reivindicación, sino como moda, una moda que aturde a alguien como yo, quien tiene el cabello rizado hasta la cintura y no supo que responder a una modelo extranjera y activista afro, quien preguntó qué número eran mis hermosos rizos. Ahora, existen redes sociales y lo afro es chévere, vende, rebasa medios de comunicación, haciéndonos un accesorio a las Mujeres Afro.
No solo son los medios de comunicación, es lo cotidiano, en los espacios políticos los temas que abundan son del cabello y de cuando se dejó salir el afro, de heridas no sanadas, de excusas a la identidad, de temas afro desde la visión elitista, donde no cabemos muchos ni muchas… No digo que sean innecesarias esas reflexiones, sino que se tiene que trascender a otras formas de narrar las opresiones, la historia, hay tantas cosas que contar.
Mientras veo una foto de mi abuela materna, de orígenes jamaicanos, de quien dicen heredé su carácter firme y lo artístico, me pregunto si yo también en algún momento me comunico para las y los demás, para complacer lo que necesitan escuchar, o para comunicar mis sentires, lo que mis valores expresan.
Para reflexionar sobre las narrativas interculturales buscamos la referencia del término Narrativo/va, que proviene del lat. tardío narratīvus, definido por el diccionario de la Lengua Española (2001) como “Habilidad o destreza en narrar o en contar algo”.
En un espectro más amplio, las humanidades sitúan la narrativa para describir y dar forma a los hechos e impactar en la comprensión de la realidad. Es más que un concepto teórico, político, si lo analizamos como una herramienta empleada para construir perspectivas de las personas dentro de su entorno y alterar las relaciones entre grupos sociales e individuos.
Tras una narrativa está la esencia educativa, porque los procesos de enseñanza-aprendizaje posibilitan la construcción de narrativas. Y es precisamente desde la mención de la Educación Intercultural, se trata de una educación que pone el énfasis en el diálogo entre culturas, una educación que le da espacio a las emociones, respeta los atuendos comunitarios diversos, sus formas de vida.
Bajo esta apuesta es complejo definir una narrativa intercultural de este tiempo. Desde la concepción de lo Popular se nos llevaría a ceñirnos a cada contexto para desde ahí, establecer las reflexiones pertinentes de los sujetos políticos que inciden en la transformación de su realidad. De tal forma, no podemos hablar de una sola narrativa intercultural, porque enunciando las regiones diversas nos encontramos con pluralidad de manifestaciones, todas válidas.
Ahora, proponer un análisis que conlleve un mover mental de cara a las prácticas cotidianas, propicias preguntas más que respuestas acabadas ¿Cómo vivimos las culturas en lo cotidiano? ¿De qué no se habla o escribe sobre nuestras culturas? ¿Qué narrativas nos invisibilizan a nuestras culturas? ¿Qué se dice nuestras culturas en las sociedades? y ¿Qué narrativas están cambiando? Independientemente de las respuestas que se susciten, estas interrogantes se salen de la casa, del ambiente privado, a espacios donde deambulamos, en nuestros países, en la región de Mesoamérica, se mezclan con café o bebida de maíz.
Para saber dónde estamos, no podemos ignorar los avances, es común ccomprar y hablar sobre artículos para poblaciones específicas, afros, campesinas, indígenas, sobre todo en estos patrones, las mujeres son asociadas al éxito en la gastronomía, en la belleza, en la industria del diseño, de las artes, de las ciencias y en las academias, cada día es más escuchado en medios masivos de comunicación más autoras y experiencias y de organizaciones antirracistas, igualmente términos que antes no eran usuales; las fechas de celebración o conmemoración copan las agendas de nuestras sociedades. Hay un algo bonito de partir de las similitudes de querer entender en qué nos parecemos en las diferentes culturas de los diferentes países.
En el cómo se dan esas manifestaciones, por supuesto que con sus correspondientes lecciones aprendidas. Algunas celebraciones pasan por alto lo histórico, hay quienes dicen que se olvida la razón de fondo y se queda en la comida y el festejo agendado, y no en el proceso cultural, político-histórico. Abundante literatura, por ejemplo, cree que hablar de culturas es solo tambor, desnudos y ropa étnica. Es importante conocer que no estamos ante un ejercicio simple de cambiar nuestra narrativa como acto motivacional después de un curso de coaching o luego de escuchar a una influencer que respeta las culturas y que tiene millones de seguidores. Detrás hay un marco de poder y factores que dificultan una narrativa intercultural. No podemos olvidar que como culturas originarias somos un linaje peligroso, al mismo tiempo en peligro. Hay todo un tejido para atacar esa estirpe, es un ataque a la persona, al ser, un ataque a todo lo que viene de África o del indigenismo. La guerra no es personificada, es contra el linaje. Al final, las vidas negras e indígenas si le importan a este sistema político, económico y social, y quienes manejan el poder sienten la necesidad de seguir controlándolo, por eso nos tienen que callar, desaparecer, invisibilizar.
El repensar nuevas historias desde lo cotidiano es urgente en este escenario donde hay tanto de todo, incluso cosas que no son, pero parecen. Y en este escenario, el hablar es eso que tenían nuestras ancestras y que no nos deben quitar. Ahora, el cómo lo hacemos si importa. Importa la ética, la escucha, el legado, la historia, y la apertura a los sentipensares de todas las culturas, las afrourbanas, las que somos afrocampesinas e indígenas, las orientales, las personas en condición de discapacidad, las lesbianas, todas las personas.
La narrativa es mera comunicación. Me gusta la analogía de un automóvil de cuatro puertas para hacer un análisis en nuestras narrativas. Una puerta son los ojos, ahí entra todo lo que observamos, desde lo que nos edifica a nuestro ser y lo que nos destruye. Hay quienes dicen que una imagen habla más que mil palabras, y se queda en nuestra mente, entra por los ojos. La segunda puerta es lo que se piensa. Según estudios científicos, se estima que tenemos unos 60.000 pensamientos diarios y la mayoría son negativos, repetitivos y del pasado. Sharon M. Koenig asegura que en estos momentos de crisis es necesaria más espiritualidad. Luego está la tercera puerta, lo que se oye. Nuestros oídos son un oasis a infinidades de posibilidades inimaginables, en esos orificios tan pequeños se han gestado desde guerras hasta las mejores escuchas a ideas que se han materializado en la humanidad.
Por último, está el motor de nuestra vida. Todo lo que sabemos por todas las vías, llegará al corazón. Es que cada puerta abierta, como en un auto hace circular el oxígeno en la amplitud del espacio. Es así que lo que vemos se cuela en nuestra mente, igualmente lo que oímos antes de verlo, y luego a nuestro corazón. De ahí comenzamos a sentir o no las cosas como son o no son, y de ahí repetiremos las narrativas o las crearemos con los ojos o la boca y de la palabra hablada a la palabra escrita, es un paso nada inocente, como diría mi maestra Bessie Vásquez “No existe el yo creo, vaya a creer a la Iglesia, la comunicación es toda intencionalidad”.
Estas puertas son la defensa al linaje, el tener conciencia en lo cotidiano de todo lo que entra a nuestro ser, es precisamente lo que no le gusta a ese poder sobre nuestras vidas. Defender el linaje es no estar dormitando en esta historia, es estar aquí y ahora, con la conciencia de lo que vamos a poner en nuestra boca, de pensarlo antes de hacer un live, y en nuestras manos y dedos antes de escribir un tuit. Desde esos espacios se gana o se pierde a favor de la narrativa en torno a la Interculturalidad. En estos tiempos tenemos herramientas abundantes, que no se tenían hace 30 años, no obstante, ahora el cómo se narra es vital, el repensar nuestros discursos cotidianos, valorar la oralidad de nuestras ancestras, huir del juvencentrismo que a veces ejerce violencia etaria contra quienes tienen la experiencia acumulada de orientarnos, o del adultrocentrismo que cree tener las verdades.
No es iluso pensar en clave de diversidad y el respeto a las diferentes narrativas en poblaciones. Insisto que tenemos armas para lograrlo. Nuevamente resuenan en mí los retos antirracistas de Ninna y Sankofa, desafíos me encaran, nos llaman. Apenas traigo algunos que podríamos practicar:
- Mayor comprensión de la esclavitud como práctica forzada y de la colonización y las nuevas formas de colonizar.
- Escucha a influencers, cantantes poetas antirracistas y observa documentales antirracistas.
- Reconocer en nuestra narrativa los avances en materia de justicia desde un pensamiento crítico.
- Hablar de racismo en familia y amistades.
- Admitir que se deben deconstruir frases y palabras que usabas y eran racistas.
El resistir la narrativa implicar ver a otros, a otras y otres, es ese observar y escuchar cómo somos los seres, empezando desde nuestro contexto, y esta práctica es importante la referencia internacional, pero y más enriquecedor aportar reflexión desde nuestra vida comunitaria, desde nuestras experiencias cotidianas.
Tal vez pensar una narrativa con un denominador común intercultural sea un sueño, empezar como ya estamos haciendo de a poco, tomando en cuenta las diferencias existenciales, y no partir de congelarnos al ver el concurso de egos y la competencia, que, en suma, nos aleja.
Es el sueño de una narrativa afrofeminista plural sin necesidad de colocarle tantas “s” y pelearnos para ponérselas, que se piense desde la criticidad, más no personalice la crítica sino que apunte a transformar el problema; una narrativa que no tema mostrarse desde la identidad, sin olvidar el amor, que se oriente en democratizar la palabra en todas sus formas, a ser colectiva y no figura repetida, que acepte las subjetividad como parte de la apuesta política, donde no haya respuestas malas sino oportunidades de crecer en colectivo como un semillero.
Esa narrativa de la que hablo debería salirse de la caja académica, ponerse las sandalias campesinas e ir a las comunidades, y estando allá respetar los aportes, no desde un extractivismo de saberes, una narrativa que hoy sea semilla y mañana la cosecha de otres.
Por Sharon Pringle Félix (sharonpringlefelix@gmail.com). Red de Estudios Afrocentroamericanos -REAC.