Un viaje a Senegal a través de los sentidos - MAD África Un viaje a Senegal a través de los sentidos - MAD África

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24/abril/2020

Un viaje a Senegal a través de los sentidos

Por Elisa Vega Martínez*. Participante Proyecto Kaay Redes, tras el Encuentro Intercultural en Senegal, junto a Scouts du Senegal, del 27/febrero al 8/Marzo.

Cuando me surgió la oportunidad de ir a Senegal, un torbellino de miedos, prejuicios y pensamientos cruzaron mi cabeza. Esto se debe a la cantidad de información con la que se nos bombardea constantemente, que nos lleva a pensar en el hecho de que algo deben estar haciendo mal los países o culturas que son diferentes a la nuestra. Además, a esto es necesario sumarle mi sensibilidad a lo que me rodea, en todos los sentidos, por lo que supuso un reto para mi aceptar esta experiencia. No podía estar más equivocada.

Una vez aterrizamos allí, nos acogieron como si fueran nuestra familia, como si nos conocieran de toda la vida, y nos hicieron sentir como en casa. Comenzando por el primero de los sentidos, el oído, es apasionante la forma que tienen de disfrutar y vivir la vida a través de la música. No faltaba en ningún momento un tambor sonando o una voz cantando alguna canción, daba igual la situación, el lugar o la hora del día que fuera. No solo ellos disfrutaban de la música, para la cual tienen un don natural, sino que nos hacían partícipes de ello, a pesar de que nuestro ritmo no nos permitía seguir sus increíbles pasos de baile.

Es preciosa también la forma que tienen de relacionarse y de acogernos como uno más sin conocernos de apenas unas horas. Algo que me impactó mucho fue su forma de interaccionar, en la que interviene mucho el lenguaje no verbal, como cogerse de la mano o darse abrazos. Los que me conozcan sabrán que soy una persona muy fría en este aspecto, y es por ello por lo que me costó un poco adaptarme. Sin embargo, volviendo a hacer hincapié en la facilidad con la que nos hacían sentir como en casa, conseguí salir de mi zona de confort en cierta medida y acercarme un poco más a su forma de ser.

Otro aspecto en el que tuve que salir mucho de mi zona de confort, pero que gracias a ello aprendí y disfruté mucho más de la experiencia fue el tema de los olores. A la hora de visitar los mercados nos exponíamos a una amplia gama de olores muy intensos, producto de la presencia de animales, pescado, verduras, el mar, etc. Pero a pesar de ello, la experiencia fue muy enriquecedora, ya que pudimos ver cómo era su día a día, sus productos frescos e incluso ver la llegada de los pescadores a última hora de la tarde, con el pescado recién recogido y listo para preparar los exquisitos platos típicos.

El gusto, ¡qué decir! Aunque a priori se piense que allí solo comen arroz, nada más lejos de la realidad. A pesar de que la base de su dieta sea el arroz o la sémola de trigo, existe una grandísima variedad de formas de prepararlo, todas y cada una de ellas increíblemente sabrosa. Una vez más hago referencia a mi sensibilidad, y es que la comida es un tema bastante delicado en mi caso, sin embargo, disfruté todos y cada uno de los bocados que nos ofrecieron, e incluso disfruté de la forma y tradiciones a la hora de comer. Antes de sentarnos, cantábamos una canción para bendecir la comida, y posteriormente comíamos todos de un mismo plato muy grande en el que había comida suficiente. Algo muy curioso era que cuando había algún trozo de pescado o carne, ellos lo partían y nos ofrecían antes a nosotros que comer ellos, cosa que nos costó entender a todos, pero que era, desde mi punto de vista, una práctica con un trasfondo precioso.

Por último, está el sentido de la vista. Desde mi punto de vista como fotógrafa, tenía unas expectativas muy elevadas de este viaje, ya que era un lugar completamente diferente a todo lo que había visto antes. Estas expectativas fueron superadas más que con creces, gracias a los colores que inundaban todo aquello que nos rodeaba, desde los colores de las casas, de las verduras, pasando por los barcos de los pescadores y hasta las vestimentas. Era imposible dejar
de mirar y fotografiar todos aquellos colores y juegos de luces, con los que se nos llenaban los ojos y de los que era imposible cansarse.

Ciertamente es un país que tiene muchas cosas que solucionar, como son las desigualdades entre hombres y mujeres, la gestión de los residuos o el problema de las Daaras. Sin embargo, esto no significa que debamos imponer allí la forma de vivir que tenemos aquí, no carente de problemas de similar magnitud, ya que son culturas y formas de vivir diferentes. Además, animo a todo el mundo a que investigue y aproveche cualquier oportunidad que tenga de conocer más Senegal, para quitarnos de la cabeza ese pensamiento de que debemos ir a salvarles, y aprender de ellos a disfrutar de la vida y ser capaces de aceptar a las personas que te rodea sin importar su origen, religión o color.

* Este es un artículo de opinión y no refleja necesariamente los criterios ideológicos de MAD África.