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16/abril/2020

Senegal: un mundo por conocer

Por Ana Rosa Navarrete Mariscal*. Participante Proyecto Kaay Redes, tras el Encuentro Intercultural en Senegal, junto a Scouts du Senegal, del 27/febrero al 8/Marzo.

Desde el momento en que aterrizas allí, todo es una fiesta. La música ya no se separará de ti en toda tu estancia en el país. Son muchas las oportunidades que Senegal ofrece, sobre todo culturales. Sin ir más lejos, una mera visita al mercado te lleva a asombrarte, pudiendo observar hasta cabras despellejadas. Por no mencionar de la gran cantidad de pescado, pues como hablaré más adelante, el pescado es una de sus principales vías de abastecimiento.

Durante nuestro viaje, los traslados los hicimos en autobús, no público. En los trayectos, a parte de observar los paisajes y pueblos por los que íbamos pasando, pude darme cuenta de que la típica carreta era uno de los medio de transporte más usados, junto con la bicicleta. Aunque la mayoría se decantaba por caminar. Eso no quita que no hubiera coches, así como taxis.

Otro aspecto que llama la atención de la población senegalesa, en concreto de mis compañeros de viaje, es la calma con la que van a todos sitios. No hay prisa, no hay horario. Lo importante es llegar, da igual cuando.

Hablando un poco de la economía y la forma de subsistir, como ya decía antes, el pescado es una de sus principales formas de financiación. Con sus más de 500 km de costa no debe extrañarnos que sea la pesca la base de la economía senegalesa, aunque esto no sea del todo así. La agricultura también tiene un gran peso, siendo un país rural en su 70%. Sin embargo, es escasa la inversión en ambos sectores, faltando medios más actuales de pesca y agricultura que les permitiesen aprovechar mejor los recursos, y poder garantizar la autosuficiencia alimentaria.

Por la tarde, cuando cae el sol, la playa se llena de cayucos (las barcas en las que pescan) pintados de todos los colores y dibujos imaginables, ninguno igual a otro, y todos llenos de pescado para vender.

Ahora bien, hablamos de ‘pescadores’, pues hay una estricta división del trabajo en función del genero, de forma que el varón es el responsable de cubrir las necesidades de la familia, mientras que la mujer se ocupa del hogar. Es curioso observar como nunca cocinan solas, por ejemplo. Aprovechan estos momentos de colada, cocinar, etc, para compartir con el resto de mujeres sus problemas y cotilleos del día a día.

En mi experiencia personal, pude observar como mis compañeros senegaleses (una mayoría aplastante en comparación con mis compañeras senegalesas que eran 3, y una la doctora) estaban siempre dispuestos a dártelo todo hecho. ¿Hay que traer una silla? La traían. ¿Hay que fregar? Friego. ¿Necesitas algo? Yo lo traigo. En ocasiones, a mí por ejemplo que soy una persona acostumbrada a, como diríamos en España, »buscarme las papas», que me lo dieran todo hecho podía llegar a ser desesperante. En los breefings nocturnos se lo hacía ver a ellos y parecían no entenderlo. A veces incluso te sentías un poco mal por rechazar su hospitalidad. Sin duda, la hospitalidad es una característica clave de este país y sus ciudadanos.

Tocando un poco el ámbito infantil, y dada mi especialización como jurista, me llama la atención las cifras que podemos observar en Internet y la realidad que allí viví. En Senegal, uno de cada dos niños no están registrados en el Registro Civil. Uno de cada cuatro tienen trabajos perjudiciales para su salud. Y nueve de cada diez son víctimas de violencia.

Cuando pisas determinadas zonas del país, demasiado abundantes sin duda, es común ver a niños mendigos, más conocidos como talibés. Estos talibés ‘estudian’ en las Daaras el Corán. Y digo ‘estudian’ porque en gran cantidad son usados para pedir dinero para el maestro de la Daaras. Hablamos de menores de entre 5 y 15 años que son enviados por sus propios padres debido a la pobreza. Y sí, solo hablamos de niños pues las niñas tienen que realizar las labores del hogar, teniendo más restringido su acceso a las Daaras.

Fue muy duro ver como están tan faltos de cariño que se hacían sus propias heridas para que yo y mis compañeras, las cuales fuimos a desinfectar las heridas con productos médicos, les curásemos y poder sentir al menos algo de roce humano.

Esto llama la atención desde el punto de vista humano, por supuesto, pero también jurídico ya que Senegal ratificó la Convención Internacional de los Derechos del niño en 1990, reconociendo que el niño tiene derechos y había que protegerlos para asegurar su supervivencia y desarrollo. Sin embargo, parece que es papel mojado, pues no se observan medidas del poder político destinadas a ese objetivo.

Como he dicho, del poder político no se observan esas medidas, sin embargo hay organizaciones como la casa de acogida de niños llamada »Pouponière Nianing Cité de l’Émmanuel», encargada de dar acogida a niños pequeños, incluso recien nacidos, hasta que pasan el periodo de vacunación y determinados años. Esta casa de acogida se encarga de mantener el contacto con sus familias, muy importante en el desarrollo del menor.

Por último, y para terminar mi análisis de Senegal, me parece también llamativo como, pese a que la religión musulmana es la mayoritaria en un 94%, los conflictos religiosos son casi inexistentes. Europa tiene mucho que aprender de Senegal en este aspecto. Y no solo Europa.

 

* Este es un artículo de opinión y no refleja necesariamente los criterios ideológicos de MAD África.