No olvide nunca que son los colectivos negados quienes mantienen vivo el fuego de las revoluciones - MAD África No olvide nunca que son los colectivos negados quienes mantienen vivo el fuego de las revoluciones - MAD África

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30/septiembre/2021

No olvide nunca que son los colectivos negados quienes mantienen vivo el fuego de las revoluciones

Juan Torregrosa, participante del Proyecto Baramu, reflexiona sobre movimientos sociales, colectivos negados y su papel en las revoluciones, tras el Encuentro Intercultural realizado en Senegal el pasado mes de julio.


 

Al observar el continente africano los europeos tienden a sentir compasión y lejanía, distanciándose de esta parte del mundo y de sus gentes como si, pese a formar parte de la globalidad, fueran el resultado de un experimento fallido. Tras las independencias alcanzadas en los años 50-60 del pasado siglo, África sirvió de tablero para ensayar jugadas maestras que en algunas ocasiones han comportado casos de éxito, recibiendo constantes elogios por parte de organismos internacionales, frente a otras realidades, que acabaron degenerando en guerras internas de alta intensidad sumergiendo a la población en una pobreza estructural de la que difícilmente podrán levantar cabeza.

El modelo ejemplar senegalés, la estabilidad de una década protagonizada por la llegada al poder de Macky Sall, fue desde el principio celebrada por Europa, especialmente por países como Francia o España, pues se complacían de la estabilidad que este territorio dispondría lo que en el plano social, económico y político suponía enormes ventajas para sus inversiones. Pese a todos los frutos que Senegal engendraría en estos años, lo cierto es que poca parte de los mismos fueron a parar a la población del país, quienes enfrentarían las mismas problemáticas que el resto de países vecinos. Es interesante que la Europa defensora de la justicia social se enorgullezca del reparto desigual de los fondos destinados al continente africano.

Si de algo podemos estar seguros es que el dinero destinado a los pueblos de África ha contribuido a seguir alimentando la riqueza de las antiguas potencias coloniales al mismo tiempo que ayuda a espantar cualquier intento de la población del continente de revertir su situación a través de la migración. Inevitablemente la olla explotó, y en el caso de Senegal fue en marzo de 2021 cuando la ejemplar población del país decidió tomar las calles para mostrar su hartazgo frente a unas políticas inmovilistas que comportaban pocas ventajas para la mayoría social. Indudablemente Macky Sall, el alumno aventajado de Europa, no iba a poner las cosas fáciles por lo que los violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden pasaron a ser la tónica general durante las movilizaciones. Ni que decir tiene que la mecha de las clases sociales ya había sido prendida gracias a grupos movilizados como el movimiento Y´En a Marre (YEM), quien sentó las bases de la contestación. La joven población senegalesa, consciente de las pocas posibilidades que el futuro les deparaba, no dudaría en engrosar las filas de este movimiento que ofrecía revertir su injusta situación.

La esperanza y voluntad de estas gentes intentó ser canalizada por personalidad del país como el intelectual Babacar Diop, profesor de filosofía en la Universidad de Dakar, líder de una de las alternativas políticas para la población del país frente al oficialismo de Sall. Con Diop tuve la oportunidad de reunirme en su despacho para debatir profundamente sobre las opciones que su actual formación ofrece al país. Diop se definió como el representante de la justicia social en el contexto senegalés. Partidario de una visión internacionalista, en la que tienen cabida ideales panafricanistas, solidarizándose con causas de otros pueblos que enfrentan situaciones de desigualdad e injusticia. Su discurso
es digno de los tiempos que corren, e inevitablemente la visión de una justicia climática se hace latente. Defensor de pisar el freno de la globalización pasando a construir desde las comunidades, el discurso de Diop incluye la igualdad de género y el acceso real de las mujeres a puestos de responsabilidad junto a una mayor equidad. “Soy consciente de que la revolución será feminista o no será” se apresuró a entonar.

La etiqueta africana acompañaba cada una de las ideas que Diop defiende, pues la realidad del continente debe priorizarse sobre cualquier movimiento global que pretenda imponerse en los territorios de África. Especialmente peliagudo fue el tema de la defensa de los Derechos Humanos, pues pese a ser crítico con el origen de los mismos, el profesor de filosofía cree firmemente en su valía, salvo en algunas excepciones que más que cuestiones globales se tratan de problemas propios del continente europeo. Nos referimos en este caso a las políticas que su formación implementaría si llegara al poder para garantizar los derechos del colectivo LGBTQ en su país. Fue en este momento cuando comprendí que para este intelectual africano la palabra pueblo no necesariamente englobaría a quienes portan valores considerados externos al interior del país.

Considerar la homosexualidad una invención europea es una tónica común en buena parte de los territorios del sur global. Esta postura genera problemas a la hora de aplicar leyes que buscan proteger a las personas que componen este colectivo. Equiparar sus derechos a los del resto de ciudadanos es un debate que la intelectualidad africana debe tener. Se puede compartir la idea de que cada territorio tiene sus ritmos, adaptando sus bases normativas a las necesidades del momento. No obstante, me mantengo firme en mi postura de considerar que, pese a que los derechos humanos nacieron en el seno de las revoluciones europeas, no por ello los fenómenos que este documento ampara puedan circunscribirse solo a la población del viejo continente. Cualquier revolución real que quiera revertir las injusticias generadas por el sistema debe abrazar la interseccionalidad.

Señor Babacar Diop no dudo de su capacidad para liderar su país y alcanzar los logros que se propone, sin embargo, no olvide nunca que son los colectivos negados quienes mantienen vivo el fuego de las revoluciones.