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18/mayo/2019

Feminismos aquí y allí

MGiulia Costanzo Talarico

En los últimos años hemos asistido a una expansión del movimiento feminista a nivel global. Se han vuelto virales lemas, canciones, fotos, videos, que han mostrado una protesta diversa pero unida contra el patriarcado.

Sin duda alguna el feminismo está mostrando su fuerza y su capacidad de convocatoria y, sobre todo,de saberse renovar constantemente. De hecho, en la actualidad en el movimiento feminista se prefiere hablar de Feminismos, al plural, para dar dignidad y espacio a la diversidad que acompaña y orienta la lucha feminista, un logro que ha requerido autocrítica y debates intensos de años y que sigue en ello.

En efecto, hasta los años ochenta era dominante la idea de que existía un solo feminismo universaly que consideraba que todas las mujeres tuvieran el mismo (único) problema, es decir la opresión patriarcal masculina. Según esta mirada, tal opresión generaba la coordinación de un frente unitario en el cual todas las mujeres se representaban en una “hermandad mundial”. Sin embargo, las mujeres racializadas y procedentes de países no-occidentales, no se sentían identificadas en algunas reivindicaciones de las mujeres “blancas”. Las mujeres no blancas señalaron quequienes no beneficiaban de un cierto bienestar económico, estatus social o pertenecían a grupos racializados, no podían sentirse representadas por objetivos más propios de una sociedad occidental. Por otro lado, la filosofía feminista occidental sugería implícitamente que las mujeres “no emancipadas”tenían que recibir un nivel de modernización para permitir el empoderamiento, y claramente las mujeres no emancipadas eran representadas principalmentepor aquellas que no alcanzaban un estilo de vida occidental. Como resultado, la agenda feminista occidental presentó valores feministas “universales” y marginó a las mujeres no-occidentales.

Durante la Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1975, en Ciudad de México, la mujer boliviana Domitilia Barrios de Chungaradenunció el universalismo del feminismo blanco, expresando sentirse silenciada y alienada por no identificarse y no reconocer la legitimidad de los intereses de su gente en los valores impulsados en la conferencia. A la vez, destacó que se estaba dandocentralidad a las necesidades de la clase media-alta en las cuales determinadas mujeres, como ella, no encontraban cabida. DomitiliaBarrios de Chungara puso en discusión también el liderazgo norteamericano de Betty Friedan:

Betty Friedan and her group had proposed some points to amend the “World Plan of Action” but these were mainly feminist points and we didn’t agree with them because they didn’t touch on some problems that are basic for Latin American women. Betty Friedan invited us to join them. She asked us to stop our «warlike activity» and said that we were being «manipulated by men», that we only thought about politics, and we’d completely ignored women’s problems, «like the Bolivian delegation does», for example, she said

(Domitilia Barrios de Chungara en Marchand, 1995, pp. 59-60)[1].

La denuncia de la activista boliviana fue un testimonio de la ruptura del silencio de las mujeres no-occidentales que solicitaban su espacio dialectico, señalando el dualismo provocado por el feminismo occidental entre una forma “correcta” de ser feminista y “otra” no adecuada.

De la misma manera, en 1984 Chandra Mohanty publicó “Under Western Eyes”, un trabajo en el que criticó el esencialismo cultural del feminismo occidental, como resultado de una huella colonial del feminismo blanco. La crítica de la estudiosa evidencióla limitación de la teoría feminista occidental en analizar la relación entre mujeres y hombres, como si no existiera la intersección entre clase, etnia y género, evidenciando que el feminismo blanco enfocó su lucha y sus formas de conocer y teorizar a partir de una caracterización de las mujeres como frágiles, débiles tanto corporal como mentalmente, recluidas en el espacio privado y sexualmente pasivas. Esta teoría no explicó la relación entre tales características y la raza, ya que solamente se mostraba una tendencia a describir a mujeres blancas y burguesas. Por tanto, con esta tipificación de “la mujer” como categoría monolítica, se dio vida a un movimiento de “liberación de la mujer”, que afrontaba temáticas y problemática suponiendo que todas las mujeres tuviesen las mismas necesidades de una mujer blanca y burguesa.

El trabajo de Chandra Mohanty destacó como la construcción feminista occidental se basaba en una visión unitaria de mujeres con los mismos objetivos, creandodos categorías de mujeres, una situada en el “Primer Mundo” y otra en el “Tercer Mundo”, con rasgos opuestos: de un lado, la mujer fuerte, culta, emancipada, cuyo objetivo era liberar a la mujer de su “prisión dorada”; del otro, la pobre “mujer del Sur” subdesarrollada, anclada al peso de la familia.

De esta forma, Chandra Mohanty subrayó que el feminismo occidental marcó una definición de “Mujer” como moderna y emancipada, identificándola con la mujer occidental, versus una construcción de mujer retrograda que debía aspirar a un nivel de conciencia superior.

La autora india identificó seis construcciones principales en la categoría de «Mujer del Sur», descritas por la filosofía feminista occidental en un único bloque unitario, es decir:

  • Mujeres víctimas de la violencia masculina y controladas por los hombres;
  • Mujeres «dependientes universales» (en sentido económico y afectivo);
  • Mujeres víctimas del proceso de colonización;
  • Mujeres víctimas del sistema familiar, donde no se consideran las mutaciones en el tiempo, con una construcción descontextualizada, como si ocurriera “desde siempre” lo mismo;
  • Mujeres víctimas de la ley islámica;
  • Mujeres víctimas de los procesos de desarrollo.

Todas estas identidades se construyeron en términos negativos, vinculados a las múltiples formas de victimización, como si pertenecieran a un solo grupo social preconstituido por la condición de la opresión, un grupo descrito a priori, antes de la relación mujer-cultura. Por tanto, la construcción de las mujeres del Sur del mundo como grupo oprimido, evidenciaba una actitud colonialista: las mujeres blancas se diseñaron como los sujetos salvadores de las “otras mujeres”, que a su vez recibían la oportunidad de elevarse del estado de “objeto”, como si fueran políticamente inmaduras e indigentes, precisando por tanto, lecciones sobre el ethos feminista occidental. En otras palabras, esta conceptualización negaba la capacidad de agencia de las mujeres del Sur.

La crítica a este tipo de feminismo occidental es el esencialismo cultural, que describe mujeres abstractas y ahistóricas y se funda en la cancelación de la historia, no tomando en cuenta las diversidades entre mujeres.

En Calibán y la bruja(2013), Silvia Federici sugiere relativizar también las generalizaciones sobre el concepto de patriarcado. A menudo existe una tendencia a universalizar el patriarcado como un elemento existente desde el principio de los tiempos. Una afirmación desde este tipo naturaliza la opresión de las mujeres y oculta las formas de vivencia que existieron antes del dominio del patriarcado occidental así como lo conocemos hoy en día. Por tanto, Silvia Federici destaca la necesidad de reconocer que el patriarcado es una construcción histórica, es decir que no es atemporal. Al contrario, el patriarcado es el resultado de un proceso especifico con consecuencias políticas y sociales específicas. De acuerdo con Silvia Federici, universalizar el patriarcado occidental es invisibilizar los momentos históricos y las culturas en las que las mujeres mantuvieron el control sobre sus cuerpos y vidas y fueron protectoras de recursos. Asimismo, Yuderkis Espinoza evidencia que la idea del “patriarcado universal”, invisibiliza otras problemáticas que diferenciaban las mujeres blancas de las mujeres indígenas y negras.

Este importante debate está en la base de la construcción de un dialogo entre feminismos en el cual los feminismos del Sur se están haciendo espacio. Es en este sentido que encuentran cabida los feminismos africanos, pero también unos feminismos que han convivido bajo el mismo territorio “europeo” y han sido completamente invisibilizados, como el feminismo gitano y los feminismos andaluces.

Sin caer en el error de pensar que se trata de la misma dimensión de Sur, y reconociendo, por ejemplo, los privilegios de un Sur Andaluz con respecto a un Sur Senegalés, es interesante subrayar los aspectos en común de estos feminismos, que permiten un acercamiento cultural y un dialogo que conlleva entendimiento y afinidad. Sin entrar en un análisis detallado de las diferencias de estos feminismos, aquí se quieren destacar algunos puntos en común que están inspirando la apertura a un dialogo profundo entre feminismos, visibilizando las heridas emocionales de las mujeres que han sido emarginadas en un discurso político que no tuvo en cuenta y no legitimó los sentires de mujeres que no respondían a los cánones occidentales. Esta reflexión no pretende ser una culpabilización, sino una invitación a la necesidad de interiorizar la diversidad como una oportunidad en lugar de un obstáculo, en otras palabras, es posible seguir en la lucha juntas y desde las diferencias y a la vez dar dignidad a las muchas voces que revindican un espacio a partir de su propia experiencia situada.

Si al feminismo occidental le debemos la capacidad de haber denunciado que “lo personal es político”, destacando la necesitad de entrar en las relaciones de poder entre géneros, y la introducción de determinados conceptos como por ejemplo la violencia de género en la agenda política, a los feminismos del Sur les debemos la capacidad de señalar que también “lo político es personal”, como remarcó en los años ochenta la feminista negra Aida Hurtado, y que se precisa una humanización y politización de la relaciones sociales y personales para solucionar problemas estructurales.

Las formas de denuncias de estos feminismos de los Sures, dan cabida a expresiones creativas y populares que han inspirado un cambio en los movimientos occidentales y urbanos, el artivismo es un ejemplo de estas formas creativas que son aportados con particular intensidad desdelos feminismos del Sur. Por ejemplo, se han hecho virales las aportaciones artísticas durante el 8M en Andalucía de bailes y cantos tradicionales revisados y resignificados en ocasión de protestas de masas, como la clásica “Sueña la margarita con ser romero” que se ha transformado en “Sueñan las feministas con sus derechos”.

En MAD África uno de los principales objetivos está siendo poner en el centro este dialogo entre feminismos, cediendo un importante espacio a los feminismos africanos. Estos feminismos nos están enseñando unas miradas comunitarias, una capacidad de pensar al “nosotrxs” antes que al “yo” individualista de las sociedades occidentales. Las mujeres africanas que han participado en proyectos y cursos sobre feminismos africanos en MAD África, han destacado algunos valores de estos feminismos, como por ejemplo la solidaridad, la mirada colectiva, la importancia de la maternidad desde una perspectiva comunitaria.

Así como pasa con los feminismos andaluces, los feminismos africanos son feminismos del “hacer”: más allá de la necesidad de producir un discurso filosófico de ruptura, su prioridad es cambiar la realidad de las mujeres oprimidas. Las formas de resistir, por tanto, son desde lo cotidiano, y desde los valores populares compartidos, no se puede imaginar un cambio que no involucre a toda la colectividad.

Diversamente de los feminismos “del Norte” o urbanos, los feminismos del Sur están profundamente arraigados en su propia cultura, incluso en algunos aspectos de la cultura que se pueden considerar machistas. No es posible imaginar una resistencia sin estar codo a codo con los compañeros con los que se comparten pasiones e ilusiones de las tierras delSur, y que viven en sus cuerpos las mismas opresiones coloniales de las mujeres del Sur. En este sentido, es particularmente importante el esfuerzo feminista de mantener tradiciones que definen la“gente del Sur”, pero sin aceptar sus sesgos coloniales y patriarcales impuestos históricamente.

Durante el primer día de la Feria de Abril de Sevilla, de 2019, tuvo lugar una iniciativa de la Caravana Sur, el Abrazo de los Pueblos, en la que la aportación de los feminismos del Sur fue fundamental para un acto que resultó profundamente emocionante. Se trató de una expresión de resistencia creativa contra las rígidas leyes de extranjería que maltratan diariamente a las personas migrantes racialiazadas de determinados países. Desde el cariño y la alegría, mujeres, hombres y niñxs, bailaron, cantaron, se abrazaron e intercambiaron flores, compartiendo momentos de unión y mostrando que la única vía posible para una transformación social es la solidaridad entre pueblos y el respeto entre culturas, y que las diversidades son una ocasión de crecimiento y no una amenaza. La presencia de tantas mujeres en la iniciativa que con sus vestimentas tradicionales de Andalucía y de países africanos como Senegal, Nigeria y Guinea Ecuatorial, entre otros, dejó claro que las mujeres son sujetos activos, y a pesar de ser las más vulneradas en los procesos migratorios por las indecibles violencias a las que muchas se ven sometidas, y no obstante el paternalismo con el que se las trata, ellas son capaces de generar alternativas con fuerza y entusiasmo.

El artivismo feminista del Sur es capaz de llegar a toda la gente directamente y con sencillez, porque habla de la necesidad de superar las violencias machistas infiltradas en la rutina, en las cosas que pasan como inadvertidas, pero también de la reapropiación y resignificación de la mitología como elemento fundamental de una espiritualidad no patriarcal. El éxito de esta forma de expresión es saber comunicar con modalidades muy contundentes, pero no agresivas: consiguen contar la angustia y el dolor desde la creatividad, el cariño y desde el humor.

Los feminismos del Sur son feminismos que destacan la necesidad de superar los prejuicios coloniales y asumir un análisis interseccional, que vaya más allá del puro género y añada una perspectiva cultural, de raza, de clase y una incorporación de la valoración de los principios rurales a la vez. Estos feminismos están inspirando solidaridad y humanidad a los feminismos que se centraron especialmente en el debate filosófico o político institucional.

Al contrario de lo que fomenta la sociedad capitalista en la que se asume que perder la sonrisa es parte de la vida cotidiana, el elemento de la alegría a pesar de la hostilidad del sistema y de las dificultades, es clave en los feminismos del Sur. En el dialogo entre feminismos, la voz del Sur está resultando fundamental para el crecimiento emocional del movimiento y aprender a poner los cuidados en el centro para que “valga la alegría y no la pena”.


[1] Marianne, H., Marchand (1995), Latin American women speak on development. Are we linstening yet?, en Marianne H. Marchande and Jane L. Parpart (editedby), Feminism, postmodernism, development,Routledge: New York.